Como galletas mientras observo tras un cristal que ya no solo me previene del simple frío. Este aislamiento evitará que yo sea una de las personas que dará trabajo extra a los sanitarios.
El mundo vive a medio gas. No hay prisas, pero tras esa calma impuesta hay miedo. Al fin. Un miedo con nombre y apellidos que viene a tocarnos con sus manos invisibles.
Echamos de menos el contacto físico, pero no lo tendremos en bastante tiempo (de ahí que en los supermercados sigan los paquetes de DUREX en las estanterías). Saludamos como lo hacían los indios sioux y vemos al que se refleja en el espejo cómo nos devuelve el saludo con el mismo gesto temeroso. Hace solo un par de días bromeábamos con esto y aún algún meme estúpido circula por las redes, pero ya no nos hace ni puta gracia. Hoy se nos ha oxidado la sonrisa cuando nos anuncian tiempos aún peores. En el bombo de la lotería está nuestro número. Sin embargo, por una vez rezamos para que no nos toque el gordo ignorando que la puta fortuna tiene los dedos largos y dispuestos a sacarlo si nos hemos portado como niños malos. ¿Os habéis lavado bien las manos?
Aprovechemos para mirar a los ojos a los nuestros sin olvidar las medidas de prevención necesarias para evitar el contagio. Ahora más que nunca, curiosamente, apetece abrazarlos y besarlos. No lo hagamos. Evitarlo es el modo más hermoso de demostrar lo mucho que nos importan.