¡Corre, Tintín, corre! (en busca del Ejército Enemigo)

Publicado el 08 noviembre 2011 por Sara M. Bernard @saramber

Este viernes ha sido el estreno del mes de noviembre, con una mañana muy atareada. Decidí batirme con la ciudad para varias gestiones, además de acercarme en persona a entregar cvs en medios de comunicación.
Tras finalizar quise seguir andando, bajo mi paraguas, lluvia moderada y frío intenso, para otra gestión urgente. Quería visitar una librería en concreto cuyo escaparate al estilo tienda de ropa me hizo gracia. Un negocio familiar de no sé cuántas décadas, pero reformado con una presentación moderna. Al pasar había visto a M. Houellebecq y El Mapa y el territorio dominando todo el escaparate, en una composición geométrica de varias decenas de ejemplares, cartel y hojas secas de otoño.
Al llegar no había rastro de color natilla, sino el muchacho del flequillo y su perro. Con el corazón apretado, repasé uno por uno todos los ejemplares (todos, todos) de Tintín, la nueva estrella del escaparate.
Mentalmente pude recordar hasta el orden de lectura, observando las portadas de cada libro, y el olor de esa primera biblioteca del colegio en la que pasaba horas devorando los cómics, tras haber fulminado toda la colección diponible de El barco de vapor. La que me correspondía por edad (azul) y la que no también (naranja y varios ejemplares de la colección roja).
Para mi sorpresa vi que El Secreto del Unicornio, nombre de la película que se estrenó este 28 de octubre, era el de la portada de tono asalmonado con el capitán Haddock y un barco de grandes velas. Hasta ese momento no los había relacionado. Memoria impertinente. 
Respiré hondo y entré en la librería. Previsibles ediciones nuevas y antiguas de Tintín, incluyendo guión y fotogramas de la película; una estantería con el Top Ten más vendido; otro espacio reservado a Mapas y Territorios apilados y la cara de Steve Jobs dominando el conjunto. Por cierto, señora biografía a la que calculé a ojo no menos de 600 páginas.
Me planté en mitad del pasillo, saboreando la capacidad de perder la visión hasta el fondo lleno de estanterías. Lo siento, que le den al Amazonas en este momento, libros, libros, libros y gasto en papel.
Ociosa taconeé por aquí y por allá, una por una, todas las secciones.
Y empecé a sentir un efecto vértigo novedoso. Tuve que abrirme la chaqueta y aflojar la bufanda del cuello. Efecto secundario de las tres semanas más o menos que llevo utilizando la red para algo útil: dar vueltas por páginas especializadas (sobre todo blogs) de literatura.
Ante mi sorpresa, reconocí uno tras otro varios títulos. 1Q84 de Haruki Murakami. Y Caribou Island. Y 1980. Y Enrique Vilas-Matas por todas partes. Ay señor, llévame pronto.
Jamás he sabido de qué trataban tantos libros sin haberlos leído, y la sensación de no haberlos leído pero saber de qué trataban no es nada agradable. Ya puestos a aprovechar la visita, se me ocurrió una locura total para estrenar noviembre: señor librero, estoy buscando (Nombre, Título, Editorial) écheme un cable.
El ordenador de la entrada acaba de desconectarse de la red o algo parecido, así que ando a zancadas detrás del librero para llegar al otro ordenador, enmedio de todo. Se pone a teclear y me apoyo en el mostrador como si fuera la barra de un bar, mirando en perspectiva lo que me rodea.
WTF? ¡Pero qué es eso! pienso acercándome a la mesa-estantería-expositor que tengo justo enfrente. La portada de un libro muy parecida al que estoy buscando. Vale. Venga, que sí, que estoy buscando Ejército Enemigo de Alberto Olmos. Lo iba a encargar por internet pero mira donde me encuentro...
Leo el nombre del autor. Se me olvida. Vuelvo a leerlo, es árabe. Se me vuelve a olvidar. Nasir, Sarim, Misrim, yo que sé. En el título, ni me fijo. La foto es muy parecida, eso sí. Una muchedumbre de la que sobresale una joven, sentada encima de los hombros de alguien. Pelo al viento, puño derecho levantado, gritando algo. Esta portada se diferencia en que el encuadre está más cerrado, la chica se la ve algo mayor, más rellena, con una melena negra más salvaje y gritando con más ímpetu que la blandita afrancesada rubia oscuro de EE.
Pues sí, como le decía, ahora no lo tenemos, me interrumpe el librero. De forma instintiva y voraz estiro el cuello para ver la pantalla de ordenador (no puedo resistirme a un ordenador) y el librero da un paso atrás asustado, girando la pantalla para que pueda deleitarme con tranquilidad. En efecto, está marcado en rojo resaltando sobre el resto del la lista. Puedo encargárselo si quiere, añade solícito. Mmm no gracias, encárgueme este otro de aquí, y acerco peligrosamente el dedo a la pantalla plana, sin llegar a tocarla del todo para alivio del librero.
Toma nota de mi nombre y teléfono para avisar, por si acaso no aparezco en una semana.
Después decido que es bastante y salgo despacio de la librería, Steve Jobs, Mapas y Tintines adiós, en ese orden.
Hasta aquí habría concluído la jornada librera, si no fuera porque vuelvo andando a casa y por el camino encuentro sin quererlo otras cuatro librerías modestas en las que entro a preguntar. En algunas está Tintín (no en todas) pero en todas sí está Steve Jobs.
En el último tramo de regreso, cruzo por la zona más céntrica de calles peatonales y comerciales otra vez bajo el paraguas. En una de las tiendas una muchacha sale a encenderse un cigarro y me paro para hacer lo mismo, cuando por el rabillo del ojo veo un destello color natilla en el escaparate dominado por el rosa.
Guardo el cigarro y me acerco donde la chica, para comprobar que no es una tienda de ropa infantil sino una librería (¡otra!). Entre libritos llenos de dibujos y números, un Mapa y un Territorio desafía el conjunto. Así que entro (¿por qué no?) y este sitio me gusta más que los demás. Es una librería estrecha, alargada pero grande hacia el fondo. Me recibe una enorme estantería del suelo al techo con títulos de poesía actual (vaya, esto es nuevo). Por el camino, los mismos nombres que me suenan. Al fondo, Chantall Maillard. Y ¡Un jamón del calibre de 45!, de Carlos Salem, que cojo para cotillear por sus grandes proporciones de libraco. También observo la portada de Renacida, diarios tempranos de Susan Sontag, y como el día anterior había leído una reseña, por puro morbo decido llévarmelo. Faltaría más, después de seis librerías no me voy con las manos vacías, aunque no puedo llevarme todo lo que quisiera que he visto.
En el mostrador pregunto por EE (está en camino) mientras casi tiro un pedido recién llegado, todavía con las gomillas puestas. En tonos pastel me desafían dos títulos de Rilke, y aunque uno lo he releído hace poco en pdf, el ansia capitalista me hace querer llevármelo también. Por favor, cóbreme rápido que me estoy mareando con tanto libro y no tengo tanto dinero, le digo a la librera. Es una de las socias-dueñas, lleva un pendiente en la nariz como el mío, se ríe y empieza a contarme cómo está su casa llena de libros que van a tener que mudarse al piso de la vecina. No se preocupe que la semana que viene vuelvo a por más droga, me despido.
Al salir descubro que en las estanterías que no he tenido en cuenta (enfrente de las de poesía) también está Steve Jobs (¡argh!). En la calle, ahora que ha dejado de chispear, cojo el cigarro que tenía guardado en el bolsillo. Dando la primera calada observo la situación de la librería para tener puntos de referencia y conseguir regresar. A un metro la calle cruza con otras tres, y en la tienda que hace esquina leo en grande:
Olmos¿¡Pero qué cojones... !? esta vez sí lo pienso en castellano. Es una relojería fashion de enormes trastos plateados. Busco alguna placa del cruce de caminos para tener más referencias, leo el nombre. Calle Olmos. Sí señor, qué cruz.
Estoy segura que esto no va a salir bien. He leído demasiadas críticas de amigos, de enemigos, de imparciales, dos entrevistas del propio autor, y las primeras páginas en pdf. Y si fuera lista, correría a encargarlo por internet (o irme a la Casa del Libro que tienen de todo, pero me pilla a dos autobuses de distancia), leerlo y hacer una reseña en el blog (otra más del libro). Que el autor ya se encarga de retuitear el enlace y eso, todo sea por el autobombo, y de paso más visitas a mi blog. Pues ahora no, soy muy rebelde y haré la reseña de EE si me da la gana. Como que he encargado otro libro del autor que no es ESE que está de moda. Vivo al límite, oiga.