Grecia ha sido el foco de atención estos últimos días. Primero fue la aprobación parlamentaria de los salvajes recortes pedidos por las élites financieras occidentales, con el apoyo sumiso de la Unión Europea. Y pocos días después, cuando todavía las calles de Atenas no habían asimilado el duro golpe para el pueblo, otra noticia de calado internacional llegaba a las portadas de medio mundo. George Papandreu, el Primer Ministro griego, el mismo déspota que había puesto en jaque a sus ciudadanos para contentar a los sicarios financieros y a las elitistas fieras occidentales, ponía de nuevo precio a su alma por segunda vez consecutiva en poco menos de dos semanas. Esta vez, el comprador era Israel y su gobierno sionista.
La Flotilla de la Libertad II tenía previsto zarpar desde Grecia hacia Gaza para prestar ayuda humanitaria a los palestinos que viven en ese territorio. Pero claro, todos sabemos que estos barquitos de perroflautas amenazan la seguridad nacional de uno de los países más militarizados del mundo, uno de los pocos que goza de gran cantidad de arsenal nuclear y el único capaz de movilizar a Washington, D.C. en cuestión de segundos. Cuando ves que un Estado rechaza de forma agresiva y amenaza con actuar contundentemente ante defensores de los Derechos Humanos por considerarlos una amenaza a su soberanía y a la seguridad de su nación, ese Estado queda retratado. De retratos de estos Israel tiene ya un museo.
Lo que me hace gracia (por no llorar) de la Comunidad Internacional (término de neolengua para referirse a "Lo que diga Uncle Sam") es su consideración de que el pueblo es estúpido. Hace pocos meses, la Organización Terrorista del Atlántico Norte (llamada OTAN para suavizarlo un poco) invadió Libia bajo el pretexto legal (no confundir con "legítimo") de una Resolución de la ONU por la que se autorizaba a la primera a realizar una zona de exclusión aérea, una autorización, que por cierto, se limitaron a obedecer los primeros minutos de combate. Luego les dio por realizar zonas de exclusión terrestre, civil, petrolífera... Vamos, lo que dijo la ONU. Y todo esto formaba parte de una "intervención humanitaria" (de nuevo, uso de neolengua para referirse a una guerra por intereses geoestratégicos). Resulta que a Libia se podía ir, qué digo se podía, ¡se debía!, a pesar de que el Índice de Desarrollo Humano del país fuera del nivel de Uruguay o Argentina y superior a países como Rusia, México o Brasil. Sí, es un dato. Como también lo es el hecho de que se tratara con el país con la mayor tasa de alfabetización del norte de África, o que la población universitaria hubiera aumentado en un 2000% en las últimas décadas. Sí, son sólo datos. Pero datos que demuestran que si realmente se vivía mal (para eso hay que preguntar a libios y no a nuestros políticos desde nuestro sofá), hay otros países que lo necesitaban de forma más urgente.
Un caso concreto que me llega a la mente, entre las decenas que existen, es el de Somalia. Justo hoy he leído un informe de ACNUR en el que se alarma de la crisis humanitaria que asola al país y que puede convertirse en una catástrofe humana a corto plazo, o como dice la portavoz de ACNUR Melissa Fleming "una de las peores crisis humanas del mundo" o "una tragedia humana de inimaginables proporciones". Pero, ¿qué habrá por aquella zona? ¿Qué sucederá? Aquí no nos enteramos de nada. Los medios callan, cómplices. Como no aparecen en las noticias (es más importante meter el miedo con el ladrón de una joyería), esa realidad no existe para nosotros. No tienen voz, no se pueden defender. Pero resulta que sí, que también Estados Unidos tiene intereses en el Cuerno de África y que ha lanzado ataques en Somalia desde hace años. Y sigue allí. Que Irak y Afganistán y ahora Libia no nos confundan. Estados Unidos tiene muchos frentes abiertos. Demasiados.
Retomando el caso de Libia, nos tenemos que creer que van a Libia a salvar a su pueblo. Un pueblo que, de ser ciertas esas mentiras, tenían olvidado hasta hace menos de 4 meses y un pueblo, al que han empezado a olvidar. La invasión a Libia ya no interesa, porque cada día mueren más y más civiles a manos de la OTAN, por daños colaterales (otro uso de neolengua, no paramos) y es bastante incómodo para la clase política. Mentir se les da muy bien, pero cuanto menos tengan que hacerlo, mejor que mejor. Así que Libia, nada. Una llamadita por aquí y por allá, y los medios dejan de emitir imágenes y noticias, excepto las que les dejen en buen lugar.
Y a todo esto, unos cuantos barcos inofensivos que pretender dar ayuda humanitaria a Gaza y llamar la atención internacional sobre las condiciones de vida de sus habitantes no son más que terroristas que amenazan la seguridad nacional de los Estados y que deberían ser tratados como combatientes de guerra, si nos ponemos suaves. Porque ya se sabe, los hay (yo leí a un político en twitter con mis propios ojos) quienes creen que tenían que disparar a matar a los integrantes del barco para acabar con esto cuanto antes. Estos son los que se dicen llamar "demócratas" y tienen esa lucha ficticia contra un terrorismo que sólo ellos llevan a cabo, los mismos que en España te vendrían con el cuento de "yo corría delante de os grises".
El pueblo, de forma pacífica, no puede actuar ante crisis humanitarias como la de Gaza, pero los aparatos militares de los Estados pueden hacer lo que quieran aunque no haya tal crisis. Estamos bien. Desde luego. Los políticos se han olvidado de que son ellos quienes sirven al pueblo y no al revés. Quizá no se les haya olvidado. Quizá nunca se lo hemos hecho saber. Igual va siendo hora.