“Querido Diario: habrás visto que esto días de Navidad no he escrito nada. La culpable ha sido la consentida y caprichosa Sarita, mi hermana, pero esta vez creo que se ha excedido. Todo ocurrió la víspera de Navidad. Sarita estuvo toda la cena enfadada. Ella creé en Papa Noel y sus amigas se habían mofado de ella. Además mamá le había dicho que difícilmente ese señor regordete y vestido de rojo le traería la bicicleta que había pedido. Entre todos intentamos tranquilizarla y convencerla, pero con Sarita nunca se sabe, al final nos fuimos a dormir deseosos de que amaneciera un nuevo día y así poder disfrutar de los regalos de Navidad.
Me despertó un extraño ruido. Nada más descender por la escalera, me la encontré sentada en el orejero con la pistola de papá entre sus manos y los ojos supurando lava. En el suelo, con dos tiros en la frente y
envuelto en un charco de sangre, agonizaba Papa Noel. Mi hermana giró su cuello y disparó sus ojos contra mi contorno. Una mueca irónica cortó su cara:
- Hola hermanito: ese gordo existe, pero mira qué mierda de bicicleta me ha traído el muy imbécil. Éste por hoy ya ha repartido bastante.
Limpiamos la sangre y tapamos con cera los dos orificios de bala. Ayer enterramos a papá. Hasta el cura se reía. Mamá no quiso quitarle el disfraz y la barba de algodón para no darle un disgusto a Sarita. Tiene sus rarezas, pero no deja de ser una niña ingenua. Mamá me ha dicho que para Reyes mejor que me disfrace yo.”
Texto: Xavier Blanco
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