Revista Literatura
Cosme y la trucha
Publicado el 23 agosto 2012 por JrdeceaEsta es la historia de Cosme, un niño que, causa de su tartamudez, recibía el rechazo y las burlas de sus compañeros de juegos. Cosme quiso compartir su soledad con su única amiga a partir de aquél día…no fue tarea fácil porque se trataba de una pequeña trucha de ojos negros y piel resbaladiza que no se encontraba demasiado cómoda fuera del agua…aún así Cosme se afanaba en ello hasta que de pronto…Es una historia tierna en la que se pone de manifiesto que el cariño entre las personas debe de estar más allá de sus apariencias y sus limitaciones físicas, porque en su interior siempre hay un corazón que merece la pena ser conocido y querido.
Era, Cosme, el protagonista de esta historia, un niño más pequeño de estatura de lo normal y bastante delgado, para su edad. Su constitución y su extrema delgadez llamaban la atención: el resto de los niños eran más bien fuertes, como corresponde a un pueblo de montaña en el que se desarrolla el cuento que voy a relatar. A parte de su aspecto físico, Cosme tenía un pequeño problema: tartamudeaba un poco, sobre todo cuando se ponía nervioso. Esto y, como digo, su aspecto físico, hacía que Cosme viviese un poco aislado del resto de niños. Nadie quería ir con él para evitar ser mofa del resto de amigos.Era ya principios de julio y se presentaba un verano caluroso, aún más que de costumbre, pues se venía padeciendo en la zona una sequía importante desde hace más de un año.El río que bordeaba el pueblo llevaba seco desde principios de abril, excepto en la parte conocida como “el lago”: un ensanche de gran superficie del propio río que, todavía, mantenía agua con una profundidad de unos cinco metros; lo suficiente para permitir que más de una trucha permaneciese allí hasta el invierno. Este paraje suponía un reclamo suficiente para que fuese normal ver, en el pueblo, pescadores yendo de acá para allá.Sin embargo, debido a la sequía, ese año no se habían visto demasiados. Más bien se habían visto pocos.Cosme decidió que, como estaba muy solo y nadie quería jugar con él, se iría al lago e intentaría pescar algo. Jamás lo había hecho y no tenía la menor idea de cómo proceder; pero imitaría a los pescadores que más de una vez observó cómo se afanaban en sacar uno y otro pez de aquellas, entonces más que nunca, pacíficas aguas.Se le ocurrió que como caña serviría una rama que encontró en los alrededores de su casa; de sedal, una cuerda que cogió a su padre del desván; valdría como anzuelo un alfiler doblado del costurero de su madre. En realidad llevaba dos, para tener uno de repuesto. Como cebo, cogió miga de pan del día anterior que, convenientemente humedecida con agua del lago, haría su función. No olvidó, por supuesto, una buena bolsa para llenarla con la pesca. Llegó al lago. No había nadie. Perfecto, todos los peces para él, pensó......................................–Se-seguro que lle-lleno la bol-bolsa de pe-pe-pescados –dijo nervioso.Pasaron un par de horas sin sentir ni un solo tirón...................................................–Me- me llamo Co-Cosme ¿Y tú?La trucha, cada vez se movía menos y los ojos suplicaban algo que Cosme no alcanzaba a comprender. Fue tal la mirada tierna de semejante criatura, que hizo que Cosme acariciase con sus manos el puntiagudo morro del animal acuático. La trucha sólo tenía fuerzas para mover un poco la cola.–Si te-te suelto, se-se- seremos amigos ¿va-vale? –le dijo Cosme.La trucha parecía que le entendía, y...............................Mientras esperaba, vio como llegó al lago un hombre, subido en una bicicleta, con pinta de pescador. Tras dejarla apoyada en un muro cerca de la carretera, bajó al lago y se preparó para un magnífico día de pesca.Cosme se asustó un poco, pues le vino a la cabeza la idea de que el recién llegado pudiese pescar a su amiga. Realmente iba bien pertrechado. Estuvo un buen rato preparando la caña y los anzuelos que traía, bajo la atenta mirada de Cosme.Cosme estaba inquieto. Movía su cuerda para ver si por fin picaba su amiga y podía evitar que aquél la pescase y se la llevase para siempre. El hombre lanzó su aparejo y, no habían pasado ni cinco minutos, cuando ya habían picado.
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