Costillas duras
EL rey estaba de un humor terrible.
En cuanto el Mullah Nasrudín hizo un comentario irreverente, llamó a los guardias de palacio.
—¡Arrojad a este perro insignificante a los pies de mi elefante más grande!
—Oh, gran soberano del mundo, gritó el Mullah, harías mucho mejor arrojando al gran visir bajo las patas del animal, pues yo causaría tal dolor al elefante que tu ejército no podría ir a la batalla y tu reino se derrumbará.
—¿Cómo un insecto como tú va a causar dolor a mi noble elefante?
—Ciertamente estoy tan mal alimentado que todas mis costillas están afiladas como navajas de afeitar. Imagina lo que sucedería si una de ellas atravesara el pie del elefante. El gran visir, por el contrario, un hombre bien relleno, no es probable que lo hiriera.