Para la mayor parte de la gente, con la excepción de aquellos demasiado pobres como para permitirse un nuevo morfo, el fallecimiento no permanente es una molestia equivalente a cualquier suceso que la mayoría de la gente de finales del siglo XX consideraría una desgracia moderada, como una gastroenteritis fuerte o un brazo roto.
Decidir cambiar de morfo de forma deliberada o convertirse temporalmente en un infomorfo se trata de forma distinta. Normalmente la gente pasa al menos un día o dos entre que se decide a cambiar de morfo y que lo hace realmente. Durante este tiempo, se considera de buena educación informar a todos aquellos a los que conoce bien o con los que trabaja de su inminente reenfundado. Además de
visitas personales y tarjetas electrónicas en las que detalle la fecha, se espera del individuo que se vaya a someter al reenfundado que incluya una imagen del aspecto que tendrá su nuevo morfo, para que la gente que le conozca sea capaz de reconocerle fácilmente. Sin embargo, se considera descortés que una persona que vaya a cambiar a un morfo mejor proporcione detalles referentes a su nuevo morfo. Pocos días después del reenfundado se suele montar una "fiesta de reenfundado" para presentar el nuevo morfo a todos los conocidos. Dependiendo de la amplitud del círculo social del individuo, de su nivel de ingresos y de lo conocido que sea, estas fiestas pueden ser desde festejos espléndidos en el salón de baile de un hotel a pequeñas reuniones íntimas en la casa del interesado.
Un fallecimiento permanente se trata de forma muy distinta.
Como es algo relativamente poco frecuente y ha dejado de ser algo esperado, los antiguos rituales funerarios alrededor de la muerte han ido desapareciendo y se han desarrollado nuevas tradiciones. Como para muchas personas cualquier muerte sirve como recordatorio de los miles de millones de personas que murieron durante la Caída, la mayor parte de los pocos funerales que se celebran honran al mismo tiempo al recién fallecido y a las víctimas de ese suceso apocalíptico.