Cuando las organizaciones crecen (y no tanto en número, a veces sólo hay que creer que creces) sienten esa necesidad de que la organización tenga nombre y alma. Sabes que esto está ocurriendo cuando oyes cosas como "la dirección ha decidido", "el departamento de comunicación ha dicho", "el equipo de recursos humanos ha diseñado"... tanto la dirección, como un departamento de comunicación, como un equipo de lo-que-sea están compuestos por personas, gente que respira como tú y como yo, sin embargo se intenta esconder esto detrás de unos títulos que no hacen más que alejar a la organización de la gente que la mantiene viva. Curioso, sobretodo, porque antes has tenido que separar el concepto de organización de la gente que la compone.
Digamos que Juan y Pepe tomaban siempre las decisiones de la empresa, porque ellos tenían esa responsabilidad. Y hasta entonces se decía "Juan y Pepe han decidido", otros en la empresa desayunaban con ellos y charlaban sobre lo que se cocía. Pero un día Juan y Pepe deciden que las cosas han de cambiar, que han de comportarse como una gran empresa y ser más profesionales y deciden crear al monstruo "la dirección" a partir de ahora "la dirección de la empresa" tomará las decisiones. Y se comienza a escuchar "la dirección de la empresa ha decidido". ¿Pero quienes son la "dirección de la empresa"? Algunos lo saben, otros lo intuyen pero se ha conseguido algo muy triste: crear y poner al frente de las decisiones que involucran a todos algo que no existe.
Lo que mantenía la organización junta eran las relaciones personales, como en cualquier grupo de personas. Cuando le damos vida a algo que no lo tiene le estamos echando disolvente a ese pegamento, y lo que antes era un grupo de gente unidos con un objetivo común ahora es gente trabajando para una organización que, desde la distancia, les paga por su trabajo.
Llega un momento en la vida de una organización en el que a sus fundadores les da la volada Frankenstein, cuando sienten la necesidad irrefrenable de darle vida propia a la organización y a sus órganos. Pero amigo no te engañes, la creación de Frankenstein fue un monstruo cuyo final nunca pudo ser bueno.
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