No es tarea fácil cartografiar una novela. A menudo los paisajes imaginados me servían como distracción, para evadirme un poco de mi responsabilidad de cartografiar el mundo real en su conjunto. Sin embargo, la naturaleza lúdica de la actividad rebajaba el placer de la misma: en ningún momento dejaba de ser consciente de que estaba jugando a entretenerme con un trabajo insustancial, de ficción. A lo mejor leemos novelas para simultanear el gozo de la evasión con la certeza racional del engaño; en cualquier caso, a mí nunca se me ha dado bien gestionar a la vez la suspensión de la realidad y la irrealidad. A lo mejor hay que llegar a ser un adulto para poner en práctica de forma enteramente satisfactoria acrobacias mentales del tipo creer y, a la vez, no creer.
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Disfruté mucho con Las obras escogidas de T. S. Spivet. Es el tercer volumen de la colección Biblioteca Furtiva que leo, y les puedo asegurar que no será el último. Aunque, de momento, mi favorito ha sido sin duda Jasper Jones.