Creyò en la fiesta de su mano
Huye la piel magullada creyó en su presteza prendida por su majeza era yema, mal germinada. Estimó su amor como única proeza como el áureo, de exuberante belleza, cual ave fénix de cola dorada creyó en la fiesta de su mano, y en la entrega de su lauro. Obcecada, en la apariencia de su lona en la mímica del tirano en la gruta de su zona sin unión ni restauro. Carmen Silza
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