M. Dolores García Sánchez.
Doctora en Ciencias de la Comunicación.
Profesora de la Universidad de Málaga Me pregunto si la sociedad española es consciente de lo que está ocurriendo en la comunicación que se establece entre las mamás y sus bebés. Sobre todo, me gustaría saber si ellas son conscientes del poder que en realidad tienen para afrontar el porvenir de este país.
Nos quejamos de la violencia en la adolescencia, vemos a bebés siendo adiestrados por “supernannys” en televisión, aplaudimos iniciativas como las de Izquierda Unida de llenar el país con guarderías full time, se expulsa a mujeres que están dando de mamar en un centro comercial y lo vemos normal, no se consiguen las firmas necesarias para aumentar la baja maternal a seis meses, y todo ello sin pararnos a pensar en el fondo de la cuestión.
¿Existe una concienciación y formación en referencia a la crianza? Algunas madres consideran que la crianza es “cuestión de instinto”, mas no comparto esta idea, ya bases como: “debería amamantar a mi bebé”, “debería acurrucar y calentar en mi regazo a mi bebé”, “debería dormir con mi bebé”, y otras que confirmarían una conducta instintiva, en la época que vivimos, vienen denostadas por el entorno real y actual de la madre, como por ejemplo: medios de comunicación, revistas “especializadas”, algunos libros de gran tirada, abuelas influidas por pediatras de hace treinta años, algunos pediatras actuales, etc. Por tanto, en la actualidad, en la sociedad occidental no existe el instinto puro sin influencia.En nuestras investigaciones he detectado que, incluso mujeres que han estudiado cinco o seis años para ejercer una profesión, a la hora de formarse para la maternidad compran uno o dos libros como mucho, aunque la mayoría ninguno, recomendado por “amig@s o dependientes de librerías” básicamente, y alguna que otra revista. Al final del embarazo, la futura madre se pone en contacto con la matrona en el curso de preparación al parto, y ésta a veces recomienda leer algún manual de crianza y, luego, el sistema sanitario, en la mayoría de las ocasiones, induce a revisar al niño cada dos meses con el pediatra, y esto, más lo que le comenten amigos, familiares y programas de televisión es, básicamente la relación que establecen las mamás con la formación de la maternidad.
Creo que en España se han generado dos líneas de pensamiento en referencia a la relación con los bebés, una mayoritaria que denomino de amor estivilizante y otra muy minoritaria o de amor gonzalizante, y vienen dadas, por una forma más o menos inconsciente de ser; esto es, por la personalidad de la madre. Una observación somera parece indicar que las madres estivilizantes y las gonzalizantes difieren en su forma no sólo de entender la crianza sino también en su forma de ser, y no es únicamente que unas “enseñen a dormir a sus hijos” y las otras no, sino que se planteen multitud de aspectos de la crianza desde otro ángulo, aportando relaciones, ya no diríamos diferentes sino casi divergentes.
Además, esta forma diferente de ser, engloba que la madre estivilizante es más práctica, más impaciente, más insegura de sus relaciones maritales y con su feminidad, menos crítica, más pesimista, que valora bastante su trabajo y lo entiende como algo primordial en su vida (madres de esta línea de pensamiento consideran que para compatibilizar la vida profesional y personal mejor, los niños deben pasar más horas en la guardería, no ellas menos en el trabajo), más razonable, más competitiva. Y aparentemente, la madre gonzalizante nos resulta más optimista, más paciente, más observadora, más crítica con su propia educación y con el macro y micro entorno social y personal, más segura de sus relaciones, más intolerante con las opiniones que no le gustan y más obsesionada con la trascendencia del amor por encima de otros aspectos de la vida.
Desde esta perspectiva cada madre hace lo que le dicta su sentimiento y su razón, y conocedores de la disonancia cognoscitiva, suele ser extraño que un individuo se replantee si algo tan importante como la educación y el tratamiento que le esta dando a su bebé es algo correcto científicamente, eficaz psicológicamente, y, en general, si se podría hacer mejor y esforzarse luego por hacerlo; ya que también es posible que algunos responsables de bebés quieran que sus hijos cumplan una serie de criterios, pero no consideran necesario leer una serie de informaciones.
Estas dos formas de pensamiento las podríamos describir como:
Tipo 1: madre con amor estivilizante: entiende que un bebé de tres meses fortalece su independencia si duerme solo en otra habitación, con un peluche, que creen que el niño aprende a dormir, que no suelen hablar ni quedarse al lado del bebé al dormirse éste, quien no necesita alimentarse ni despertarse por la noche. Le dan alta importancia al desarrollo mental del niño y a la disciplina. Así mismo, son inflexibles en criterios de alimentación. No perciben como adecuado coger en brazos al niño, reforzarlo y elogiarlo. Pueden ver incluso adecuado gritar y azotar al niño por “su bien”, y en la mayoría de las ocasiones lo ignoran cuando hace algo que no les gusta o el niño tiene un berrinche, les resulta importante que los bebés sepan “quien manda” en la casa, muchas utilizan algo llamado “el rincón de pensar”, no suelen ponerse en el lugar del bebé, entienden como satisfactorio y adecuado dejar a los niños con los abuelos (o similar) regularmente para practicar actividades de ocio con la pareja o viajar, consideran que al niño se le quiere mucho pero es una carga muy cansina para las mamás y que requiere una dedicación de veinticuatro horas.
Tipo 2: madre con amor gonzalizante: Normalmente practica el colecho, la lactancia materna a demanda seis meses o más, se muestra flexible entorno a las pautas de la comida o el sueño, no tienen mucha prisa en sacarle el pañal y que el niño “vaya rápido”, coge en brazos al niño cuando llora, para mimarlo, y en muchas ocasiones, para transportarlo, no se impone al niño con ningún tipo de violencia, le respeta, no le grita, no le azota y lo consuela ante un enfado o berrinche; así mismo tampoco considera que los padres necesiten independencia del niño ni que un bebé deba ser independiente. Suele ponerse en la posición del bebé antes de tomar ciertas decisiones. Está bastante enamorada de sus hijos y disfruta la maternidad de tal forma que ésta es una bendición a la que le dedicaría veinticuatro horas.
Ante todo esto surgen diversas situaciones sobre las que meditar:
1. Muchas madres estivilizantes están utilizando técnicas de adiestramiento canino para conseguir determinadas conductas. Técnicas sin validez científica, que desde la psicología, recientes investigaciones parecen demostrar que provoca en el niño una falta de resiliencia (capacidad de los sujetos para sobreponerse a tragedias o períodos de dolor emocional), baja autoestima y futuros problemas de adaptación; que desde la psiquiatría y la medicina, el bebé sufre traumas de diversa índole como vómitos, shock neuronal, ataque de ansiedad, etc., y otros cuadros clínicos; y que desde la ética se puede considerar como una forma de maltrato y abuso del menor. Y, todo esto, cuando el propio difusor del método de adiestrar a los niños para dormir, el pediatra Richard Ferber, empezó en el 2005, en una entrevista publicada el 15 de noviembre en el Wall Street Journal, a retractarse de sus teorías.
2. La forma en la que se está gestionando la compatibilidad de la mujer y el trabajo es absurda, aspectos como más guarderías o dar un dinerito a la madre, o liberarla de parte de sus impuestos no llega a nada…, es un fracaso.
3. Muchas mujeres estivilizantes en realidad se arrepienten en determinada forma de haber tenido sus hijos. Los han tenido porque socialmente es conveniente, porque es una norma implícita, porque su madre que le ha ayudado a comprar el piso ahora le exige el nieto, porque no quería ser menos que sus amigas u otros motivos. Si para algunas mujeres su prioridad es el mundo profesional, deberían animarse a reivindicarlo y afirmarlo sin miedo ante los hombres, igual que hay muchos que no desean tener hijos, las mujeres que no lo deseen tienen derecho a planificar su vida para no engendrar.
Concluyendo, me gustaría que la sociedad en general se tomase más en serio la maternidad y la crianza. Con mayor responsabilidad. Y, que las madres en particular, hagan lo posible por asegurarse que le aportarán a su bebé amor y respeto incondicional, ayudándole a ser una persona armoniosa y plena, feliz consigo misma y con el entorno. El planeta se lo agradecerá.