Revista Diario

Criaturas

Publicado el 23 marzo 2012 por Laguarida

Criaturas
CRIATURAS
Hasta hacía pocos días, la chiquilla había estado viajando en un gruponumeroso en el que también estaba su hermana mayor. En aquel grupo nadieparecía estar seguro de saber hacía donde dirigirse, nadie parecía saber cómohacer frente a las horribles criaturas. Se contagiaban el miedo los unos a losotros, un miedo que les atenazaba y les obligaba, a veces, a permanecer días ydías ocultos, temerosos de seguir adelante. Se escondían en cuevas, cobertizos,bajo pequeños puentes, inundando sus cuerpos si era preciso. Viajar con elgrupo no era agradable pero, con mucho, era mejor que estar sola.La muchacha caminaba sin rumbo, con el Sol a su espalda. Se sentía cada vez peor. Alpasar a la altura de unos álamos pudo oír el rumor. Corrió hacia el riachuelo,estaba sedienta. Mientras bebía se reconoció en el improvisado espejo de lasaguas. Se tocó la frente. Y recordó.Eratemprano. El grupo dormitaba abrigado en la espesura de un bosque. Y entonces lasoyeron. Las criaturas aparecieron por todas partes. Se movían de forma extraña.Emitían sonidos incoherentes. Despedían miradas llenas rabia y de ira. Y,sorprendentemente, quizá al emerger un coraje oculto, o quizá por estar yacansados de ocultarse, el grupo hizo frente a las criaturas con una fierezadesorbitada. Lo único que deseaban era acabar con aquellos horribles monstruos.Y lo más increíble es que, aquella mañana, ella misma había acabado con dos deaquellos seres, antes de recibir un golpe brutal en la frente, caer rodando porun pequeño barranco entre los árboles y perder el conocimiento.Cuandodespertó, se encontraba junto a un arroyo. Remontó el pequeño barranco pero sugrupo y las terribles criaturas habían desparecido. En el lugar de la batallayacía un mar de cuerpos destrozados de ambas especies.La muchacha subía despacio una colina en cuya cima destacaba un pararrayos,bajo el cual fueron apareciendo un tejadillo agrietado, una campana herrumbrosa,una iglesia y un pueblo. Un edificio de dos plantas le llamó especialmente laatención. Entró en el colegio. Se paseó por pasillos y clases. Todo estabaordenado. Comenzó a hojear los libros. Los recuerdos seguían llegandoprecipitadamente; se acumulaban sin orden en su cerebro. Su colegio, su casa,sus padres. Su hermana. ¿Qué debía hacer con todo aquello que se agolpaba en sualma? Sin embargo, tenía tanto miedo que apenas le quedaban fuerzas para pensaren sus sentimientos. Y entonces oyó sus pasos. Y los vio por la ventana. Lascriaturas, con sus extraños movimientos, se aproximaban al colegio. Saliódespavorida del aula y atravesó veloz el pasillo. A través de los cristalescreyó cruzar una mirada con una de las criaturas. Se metió en un cuarto delimpieza y cerró la puerta. Estaba temblando.La puerta del colegio chirrió al abrirse. El sonido de las pisadas fueaproximándose hasta pararse justo al otro lado de la puerta. Podía oír sudialecto ininteligible, podía sentir el latido de sus corazones. Su brazotropezó con un cubo y empezaron a caer toda una suerte de cosas. La puerta seabrió de repente. Una de las criaturas le gritó.-¡Malditas criaturas, dejadme en paz! –gritó desesperada sujetando sucabeza, que parecía que iba a reventar.Los extraños seres seguían gruñendo, y, entonces, de pronto, la muchachacomenzó a entender.
***
Padre e hijo llevaban horas caminando en silencio. Ninguno de los dosdeseaba recordar el pasado. El futuro era demasiado incierto para crearexpectativas. Y en aquel presente demoledor tan sólo cabía escuchar lo quetraía el viento, vigilar los propios pasos, y tratar de presentir el peligro.-Evitenlos pueblos y las ciudades. Caminen de día por lugares despejados, ocúltensepor la noche en granjas o en casas aisladas, y vayan hacia sur. No olviden quelas criaturas no hablan. Si se encuentran con alguien, pregunten una sola vez,si no contesta, apúntenle entre sus espantosos ojos blancos y no lo piensen,¡disparen! Al sur, siempre al sur. Buena suerte, amigos –les deseó el policíamalherido.-Losiento mucho… Yo… nosotros… -Jaime no encontraba las palabras.-¡Vamos,váyanse, ya están aquí, puedo olerlos!-Vamos,Jaime –le empujó su padre.-Dioste salve, María, llena eres de gracia… -el policía les vio desaparecer al otrolado de loma unos segundos antes de ser devorado. Su postrero lamento aúnperseguía a Jaime.Pasaron junto a los restos de una gasolinera. El hombre dejo que Jaimecontemplara los cadáveres carbonizados. En otra época habría protegido al chiquillode quince años de aquella horrible visión, pero ahora era de vital importanciaque su hijo madurara deprisa. Junto a la gasolinera se abría paso una viejacarretera que llevaba a un pequeño pueblo, en lo alto de una colina, tras lacual, el Sol desaparecía poco a poco. Por encima de la casas, destacaba latorre de la iglesia y un edificio moderno de dos plantas, un colegio.Después de muchas horas, el hombre rompió su silencio:-Pasaremos la noche en aquel pueblo.-Pero, padre, el policía dijo…-No me importa lo que dijera ese pobre desgraciado. Se hace de noche,necesitamos descansar y apenas nos quedan víveres. Vamos, hijo, no pasará nada.Después de recorrer casa por casa sin encontrar nada para comer, el hombrese fijó en el colegio.-Entremos ahí, igual encontramos algo en las máquinas expendedoras.-¡Padre, hay alguien dentro del colegio!-Sí, ya lo he visto, corría como un poseso. ¿Llevas tu arma a punto?-Sí, padre.-Está bien, vamos dentro.La puerta del colegio chirrió al abrirse.-¡Mierda! Bien, mantengamos la calma. Iremos por ese pasillo. Jaime, tú vedetrás de mí y vigila nuestras espaldas.Recorrieron algunos pasos y se detuvieron al llegar a la altura de unapuerta cerrada.-Me parece que está ahí, padre.El fuerte sonido de cosas cayendo, confirmó sus sospechas.-¡Abre la puerta, Jaime, yo te cubro!Jaime obedeció la orden de su padre.-¿Eres humana? Vamos, di, ¿eres humana?Sólo recibió un gruñido por respuesta de aquel ser desquiciado que sesujetaba la cabeza.-No es humano, Jaime. Mátalo, vamos, mata a ese bicho. -Es una niña, padre.-Niño o adulto, ¿qué más da? Es uno de ellos, ¡Vamos, Jaime! Ya sabes loque hay que hacer. ¿A qué esperas? Mátalo. ¡Ya!-Sí, padre…-No, por favor, no lo hagas… -susurró con gran esfuerzo.Jaime sintió como el escalofrío le recorría toda la espalda.-Dios mío… ¡padre, creo que me está hablando…!-¿Qué coño estás diciendo? ¡Vamos, hijo, mátalo, mata a ese demonio!-¡Pero, padre…!-¡Aparta, quítate del medio!El hombre apoyo el cañón de su escopeta en la frente despellejada de lamuchacha. -Las criaturas no hablan, maldita sea. ¿Cuándo vas a entenderlo, Jaime? Siquieres sobrevivir, tendrás que ser capaz de hacer esto.El hombre amartilló su arma.-Regresa al infierno, apestosa criatura –dijo, sin dejar de mirar losenormes ojos blancos de la muchacha.-Me llamo Isabel, tengo once años. Por favor, señor, no me mate.

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