Cristina y Evo inaugurando el asunto, con bailes folk incluidos.
Estaba esbozando una sonrisa, mejor dicho estaba a punto de soltar la carcajada ante el monumental adefesio que los argentinos disfrutan ahora en uno de sus paseos más emblemáticos de Buenos Aires. En nuestro país hace tiempo ya que poblamos los cerros pelados con cristos y virgencitas descomunales al estilo de los españoles que andan por ahí regando su paisaje rural con toros Osborne. No habíamos sido los únicos creativos de la desmesura. Argentina se acaba de sumar a este selecto club gracias a los denodados esfuerzos de doña Cristina Fernández que, en un arranque de sensibilidad política, concedió de un plumazo el grado de “generala” a la heroína de la independencia Juana Azurduy de Padilla, y para dar realce a su tremenda decisión de estadista decidió erigirle una estatua en el lugar donde antes reposaba la de Colón, dando de esta manera una patada a la historia y a la colectividad italiana que había obsequiado el monumento a la ciudad. Por si a algún gaucho le diera un ataque de chauvinismo, ya salió un avispado historiador a aclarar que Azurduy es tan argentina como Martin Fierro ya que ella había nacido en territorio que pertenecía al virreinato de La Plata. Y yo tan ignorante de mis orígenes platudos, ¿o se dice argentos?
Ante tal ejemplo de patriotismo, se cree que en Nueva York hay mucha gente con las ganas de echar abajo a la estatua de la Libertad por ser francesa y poner en su lugar una de un gigantesco jugador de beisbol en pleno bateo, justamente para competir en gracia con la recién estrenada de la presidenta que, de acuerdo a fuentes oficiales, mide 9 metros y pesa 25 toneladas siendo la más grande de bronce construida en Argentina para orgullo de los herreros locales. Pero la sensibilidad artística no había sido por cuenta de doña Cristina, sino de su colega Evo Morales, quien no sólo hace regates al balón, canturrea a ministras y otras altas funciones de Estado sino que también es el gran inspirador para que el Miguel Ángel argentino haya sabido plasmar el sentido de “movilidad” que le pidió Su Excelencia. De ahí que la guerrillera esté en posición de ataque, más fiera que un samurái, y con el sable en la mano izquierda para que todo sea bien revolucionario. La wawa cargada con aguayo a la espalda conjeturamos que será para reforzar su sentido maternal y corajudo. El rostro con los rasgos indígenas nada tiene que ver con la efigie que yo conservaba de unos billetes antiguos. Y como ilustre colofón: “un proyecto en la cabeza” que según el esforzado escultor emana de ese semblante constreñido. Una vez más, otra libre interpretación de la historia a conveniencia del discurso, a semejanza del finado Chávez y su Bolívar indigenizado.
Esperen que ahí no termina el esperpento. Según sabias instrucciones de S. E., el pedestal tenía que estar rematado con motivos tiahuanacotas entre sus mosaicos, para que sepan que Juana Azurduy pertenecía a su estirpe, la misma que viene reinando hace cinco mil quinientos años y fracción en las pampas gélidas de Sudamérica. Que se quede quieto el general Belgrano en su mausoleo descuidado, ya que la presidenta no está para homenajear a machos patriotas, amén de que parece haber dejado de considerarse la nueva Evita para adoptar el papel más heroico de Juana Azurduy: abnegada madre, viuda sufrida y valerosa guerrillera. De otro modo no se entiende tanto afán personal, con polémica incluida, para llevar la figura de Azurduy a pasos de la Casa Rosada, precisamente en el sitio del navegante genovés y, lógicamente, despertar la ira de muchos porteños. ¿Motivo descolonizador? ¿revalorizar personajes? ¿ignorancia? ¿provocación? ¿”otro golazo del presidente Evo”, en canchas argentinas, para variar? ¿o simple espejo histórico en el que mirarse?
En Bolivia, casi nadie sabía de tales pormenores hasta que Morales confesó algo avergonzado que la hermana Cristina se nos había adelantado al mandar construir la estatua y que él iba de invitado a la inauguración. Todo parecía indicar que era pura iniciativa del gobierno kirchnerista. Ya empezaba a sentir compasión hacia nuestros cultos vecinos por semejante bodrio que se tenían que tragar. Pero ahí se me murieron las ganas de despanzurrarme de risa: el encargo lo había costeado enteramente el gobierno boliviano. Un millón de dólares desperdiciados por otra estupidez sin uso ni beneficio. Un verdadero insulto a la memoria de una valerosa mujer que murió en la miseria absoluta, como tantos otros personajes de la lucha emancipatoria. No por erigir moles de mal gusto los vamos a recordar más y mejor. ¿o sí?
Como anteriormente decía, en Bolivia cada dólar cuenta y, no por nada, hace doce días que la ciudad de Potosí permanece bloqueada por un paro cívico a consecuencia de los incumplimientos del gobierno central. Piden entre otras cosas, un hospital y un aeropuerto, además de una fábrica de cemento largamente prometidos. El caudillo, pareció reírse en las demandas potosinas y, fiel a su estilo, huyó a toda prisa del problema, con la excusa de la invitación de su colega argentina y otras importantísimas misiones como llevar el mensaje del mar hasta los confines del planeta. Se lo vio feliz al lado de Cristina, aparentemente ajenos al drama potosino (escasean los alimentos y los enfermos son trasladados en carretilla a centros médicos porque no pasa ni una mosca por las barricadas) y a la suerte de setenta turistas argentinos que yacen varados en sus alojamientos sin poder salir de la ciudad. Los cívicos, se han atrincherado y exigen que únicamente negociarán con el caudillo. Hasta el pobre Vice se ha sentido “discriminado” por los soberbios dirigentes, confesó compungido. Entretanto, S. E. se sabe que anda por Brasil atendiendo intensas labores de incalculable valor para toda la nación.
Si hasta pusieron a la estatua a cazar moscas con espada