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Croissants y bombones

Publicado el 20 enero 2010 por Karmenjt

Siempre me ha dado un poco de miedo hacer planes en fechas señaladas por si al final se tuercen, o salen mal, o simplemente acaban siendo un rollo. Eso temía de mi cumpleaños. El año pasado me lo pasé genial, fue una cena con amigos y todo salió mejor de lo que me esperaba, incluidas las sorpresas. Este año me había hecho ilusiones con un concierto que justo coincidía con mi día, seguro que lo iba a celebrar con apreturas porque la sala llenaría, pero era un estupendo comienzo de noche.

Y el concierto se canceló. Mis planes por los suelos.

Al final, el viernes en mi pre-celebración de cumpleaños una casualidad solucionó el problema. Un amigo me comentó que el sábado actuaba en una sala pequeña el Gran Wyoming y Los Insolventes. El los había visto hacía unos meses y se lo pasó en grande. Cambio de planes. Todos los presentes se apuntan, y dos más.

El sábado me despierto con sorpresas. En la cocina me espera el periódico, unos croissants recién horneados y un montoncito de regalos envueltos con mucho amor. El día promete.

A media mañana otra sorpresa inesperada, más regalos con amor. Estoy deseando que llegue la noche.

Y tras una siesta tardía, compras aceleradas e intentar convencer a mis hijos de que pasar la noche con sus primos es un planazo (cosa que no consigo en los 20 kilómetros que nos separan), por fin me quedo sola en el coche. Sigo viendo la cara enfurruñada de mi hijo, sacudo los remordimientos  y meto un CD. Unos kilómetros más y unos ojos azules me alegrarán la noche.

La noche resulta insuperable. Wyoming con su verborrea habitual, un grupo desconocido Los Insolventes con un sonido inmejorable, y todo un repertorio repleto de clásicos del rock, desde los Rolling, pasando por Chuck Berry, Bob Dylan, Zappa y hasta The Beatles versionados por el peculiar estilo del Gran Wyoming que en el escenario se hace todavía más grande. Me sorprende con su voz y su guitarra, no conocía su faceta musical en directo y el concierto es todo un éxito. No hay manera de tirarlo del escenario, no hace falta pedirle bises para que aguante dos horas y media disfrutando y haciendo disfrutar a todo el público que llena la sala.

Luego siguieron más caciques con cola (hasta perder la cuenta), más música, más amigos, otro regalo y una gran gran noche de la que tengo recuerdos difusos al final. Bueno no, del final me acuerdo. Y de que el ron era bueno porque no tuve resaca.

Ha sido un buen comienzo de mi nuevo año.

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