Revista Diario

Crónica de un puerperio · Adversidad

Publicado el 15 julio 2014 por Colo Villén @Coliflorchita
En mi condición puerperal no hay lugar para preguntas, no existe la necesidad de justificar. La información se intercambia, se observan los hechos, se admira el momento. Todo fluye, todo encuentra su lugar abriéndose paso con determinación.
En mi realidad puerperal, se acumulan a mi puerta las preguntas ajenas. Preguntas que, en realidad, no desean recibir respuesta ni atienden a ella, preguntas que se formulan como tales pero que no son más que una reafirmación o un atisbo de superioridad disfrazada.
Y yo (que seré puérpera pero no tonta), me esfuerzo por evadirme, encontrar mi centro y sumergirme en él. Deseando dar codazos a determinadas conductas o palabras. Deseando aullar demasiado a menudo. Deseando sentarme en una nube y que sean otros quiénes aguanten el chaparrón. A veces lo consigo: me voy evaporando lenta y silenciosamente hasta quedar prendida en algún lugar intermedio entre la tierra y el cielo, entre el aquí y el ahora, donde todo y nada tienen el mismo valor.
En mi condición puerperal vivo con todos los sentidos cada segundo del día y hasta ese sexto que dice acompañar a las mujeres me envuelve con su aura. Especialmente el tacto y los olores, que resurgen extremadamente valiosos e imprescindibles. Por eso no uso cremas, perfume ni geles no neutros. Por eso no rocío a mi cachorra con colonias ni demás productos para bebés. Si para ella es importante reconocer mi olor para mí lo resulta igualmente. Y si se enmascara su esencia, voy oliendo su cabecita con recelo, tratando de reconocer su característico olor entre ese aroma artificial que alguien le ha prestado.
En mi realidad puerperal se encuentra exagerada mi postura. No se aprecian las situaciones desde el mismo ángulo o la atención prestada a cada aspecto es radicalmente opuesta. Y se ríen de mis rarezas y no contemplan que para mí pequeños detalles resulten importantes.
Más allá de estas anécdotas, me pregunto por qué será tan difícil otorgar al puerperio el espacio que merece, por qué la mujer puérpera debe lidiar con visitas cargadas de opiniones y consejos (bienintencionados y desinformados en su mayor parte), con trabajo extra en casa y una lista infinita de cosas pendientes y asuntos diarios.
Gracias a mi primera experiencia he sabido priorizar en esta ocasión, he podido marcar ciertas pautas que han propiciado un ambiente más adecuado para mi pequeña y para mí. Aunque también han entrado en juego factores nuevos, como es la interacción con mi otra hija. Y pesar de ello, siento que predomina una gran falta de tacto por parte de la sociedad y no es de extrañar, puesto que no existe una cultura de cuidado y protección hacia la maternidad. Y lo que nos ha quedado suele centrarse en gestos de compromiso o en centrar la atención en el cuidado del bebé para que la madre pueda descansar y desconectar de él o encargarse de las tareas domésticas, que es lo que suele ocurrir.
Habrá muchas maneras de sentir la maternidad pero no es éste mi caso, puesto que no concibo el descanso si no es con ella en brazos ni tampoco es de ellas de lo preciso desconectar. Cualquiera que me conozca bien o me haya observado de cerca en el trato con mis hijas podrá apreciar que lo prioritario para mí es el cuidado de ellas. Y eso sólo sé lograrlo con presencia, con presencia absoluta: cuerpo, mirada y alma. Y me resulta muy violento que no se respete nuestro espacio o se interfiera en esta frecuencia nuestra. Sabéis que no uso máscaras con la maternidad y, por tanto, que no disimulo mi incomodidad en estos y otros muchos casos, puedo guardar más o menos las formas, pero no cedo.
Sé bien que mi actitud me muestra distante, celosa y exagerada hacia fuera y no negaré que desearía poder expresarme sin observar gestos de desaprobación y muestras de desinterés o superioridad ante mis argumentos. Pero ahí continúo, haciendo a mi manera, que no es mía, sino qué está ahí y sólo hay que dejarla palpitar, como muchísimas otras mujeres lo hacen. Ahí continúo tratando de construir con gestos y palabras un entorno más cuidadoso con la maternidad. Ahí continúo: colechando, amamantando a demanda, porteando incluso dentro de casa, intentando criar desde el apego y la confianza mutua, potenciar su autonomía no sólo físicamente sino que desearía que escogieran cuándo, cómo y a quién entregar su afecto. Y por último, viajando hacia dentro y soñando despierta siempre que puedo. Y no cedo, porque en la maternidad es la primera vez en mi vida que me siento lo suficientemente segura para hacer las cosas tal y como las creo, asumiendo riesgos y responsabilidades, siendo consecuente con mis fallos y sintiéndome orgullosa de los aciertos.
Ojalá algún día la mujer puérpera, si así lo desea, tenga opción a zambullirse en su mar puerperal tal como lo sienta. Que se le conceda un espacio para redescubrirse, que se respeten los encuentros a su medida, que se la mime contribuyendo al cuidado del hogar y el bienestar familiar sin desequilibrarlo, apreciando también los lazos que nacen con los otros hijos, sin intromisiones ni imposiciones, sin asumir la figura materna ni paterna. Y que se sienta un verdadero apoyo, real, tangible pero también emocional.
Porque el día que todo esto suceda, la mujer puérpera dejará de sentir la necesidad de resguardarse del mundo y podrá desarrollar en plenitud todo el gran potencial que este momento nos ofrece, sin que perdamos la energía en batallas absurdas ni se nos quede dentro la rabia, la sensación de irresponsabilidad o quién sabe qué otras emociones se nos estancan dentro innecesariamente debido a las introminiones. Ojalá dejemos de malgastar nuestra vitalidad en tratar de reequilibrarnos para poder continuar maternando como deseamos hacerlo.
Seré extraña y sobreprotectora, estaré equivocada y muchos pensarán que no es el modo adecuado de criar a unas niñas. Pero yo me siento tranquila, sonrío…
Y no cedo
Crónica de un puerperio · Adversidad

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