Una vez que acabó el turno de la tarde del jueves, rehíce mi lista. De todos los hospitales que quedaban sólo conocía el de Toledo, donde además se gana unos 400 euros más de media al mes que en Madrid, por lo que os diré que esta opción estaba bastante arriba. Consejos de todo tipo: ¿No te gusta torácica? Quedan algunas plazas estupendas… Trauma está muy bien… Y empecé a dudar hasta con las especialidades más médicas. ¡Si yo he querido hacer cirugía toda mi vida, joder! Por suerte, pude hablar con colegas de cirugía general que me llevaron de nuevo por la senda de la cordura, y me ayudaron a ordenar aquellos hospitales de los que sabía poco o nada.
Me levanté a ver cómo iba la cosa. Había caído la Fundación, que también la tenía por ahí y una plaza en Alcalá. Aún así los augurios eran mucho mejores que el año anterior, y tras toda la mañana siguiendo la elección y comentando en el foro los goles (no presentados a la adjudicación) parecía que iba llegando la hora.
Dos de la tarde, y al sacar el DNI, me doy cuenta de que lo había dejado en Ciudad Real cuando le hice la copia para el carnet de conducir. Tras varias maldiciones en arameo, salí de casa decidida a tirarme a la vía del metro si no me aceptaban el pasaporte (que el otro día metí en el bolso, “por si acaso”), por ser la más tonta de mi promoción. Creo que habría pasado a la historia por ser la primera que no elige plaza por esta razón. Menos mal que estaba mi chico para tranquilizarme, porque mis nervios estaban a un nivel, hasta entonces desconocido en mi vida.
Llegué a eso de las 2 y cuarto o dos y media, la elección empezaba a las 3 y tenía a 154 personas delante de mí. Durante cada segundo me daba tiempo a sentir varios latidos de mi corazón que estaba a punto de estallar. En un momento dado una voz desde el Ministerio empezó a llamar opositores, y a explicarnos que los impares íbamos por la izquierda, y los pares por la derecha. Teníamos que entregar un documento de identificación, que preferiblemente sería el mismo que entregamos el día del MIR (TOC-TOC-TOC), allí nos darían una credencial, y con ella nos pondrían una pegatina azul de visitantes, que tras pasar por el análisis de rayos nos daba acceso a la sala dónde se hacía la elección.
Por suerte no me pusieron problemas con lo del pasaporte. Así que allí estaba dentro de la sala que iba a decidir los próximos 5 años de mi vida, y quién sabe si alguno más. Se podía tocar la tensión en el ambiente… Todo el mundo mirando a sus alrededores e intentando saber si alguno de los presentes quería la plaza deseada. Nadie hablaba, a ver si iba a dar ideas y alguien iba a elegir su plaza. Al final de la charla nos comenta la mujer cuya voz nos había hecho el llamamiento: “Los de la primera fila sé que están deseando que me calle”, y a mí me salió del alma un: “y los demás también, hija…” risitas nerviosas a mi alrededor y comenzaron a llamar opositores de 10 en 10.
3 Nombres en lo alto de mi lista: Alcalá, Toledo y Leganés, aunque no por este orden. Del resto no sabía nada… Cada vez que oía la palabra cirugía dentro de la sala me entraban los siete males y una taquicardia incontrolable, y claro, ya no había cardiólogos en la estancia… El caso es que en un momento dado se eligieron las plazas de Alcalá y Toledo, y yo daba por perdida la de Leganés porque aún me faltaba mucho para elegir. Las siguientes opciones eran Salamanca o Valladolid, ciudades en las que nunca he estado, pero en las que conozco buena gente. Y es que ya no me quedaban muchos criterios de elección… En fin, que sea lo que Dios quiera, que nunca me ha tratado mal, espero que no vaya a empezar hoy…
Al final, quiso el destino, que llegara a la mesa, y dijera las palabras mágicas: Cirugía general… ¿dónde? Leganés, Severo Ochoa. Pues no sé si hay… ¿¡¡Cómo que no lo sabes!!? Y de repente salieron en la pantalla las palabras mágicas y me lancé al botón de intro, antes de que se fuera la luz o me despertara del sueño en el que con mi número había elegido la especialidad que me gusta, en uno de los hospitales que estaban entre los 3 primeros de mi lista.
En fin, y habrá quien se pregunte por qué sigo creyendo en la divina providencia…