Revista Diario
Crónica del Pájaro que da cuerda.
Publicado el 12 septiembre 2012 por Laninamariposa—Oye, señor pájaro-que-da-cuerda —dijo May Kasahara con un carraspeo.
—¿Qué?
—Si el hombre viviera eternamente, sin desaparecer, sin envejecer, si pudiera vivir una juventud perpetua en este mundo, ¿crees que se rompería la cabeza, como hacemos nosotros, pensando en esto y aquello? Es decir, nosotros pensamos, más o menos, en muchas cosas, ¿no? Filosofía, psicología, lógica, o religión, literatura. ¿Crees que si no existiera la muerte surgirían todos esos pensamientos, esos conceptos tan complicados en la superficie de la tierra? Es decir...
May Kasahara se interrumpió en este punto y enmudeció. Mientras tanto, la expresión «es decir» quedó colgando, inmóvil, en la oscuridad del pozo, como un fragmento de pensamiento arrancado a la fuerza. Quizás hubiera perdido las ganas de seguir hablando. O quizá necesitara tiempo para pensar cómo continuar su discurso. Permanecí en silencio esperando a que prosiguiera. Mantenía la cabeza gacha. De repente, se me ocurrió que si quisiera matarme enseguida lo tendría fácil. Bastaría con traer un pedrusco y dejarlo caer dentro del pozo. Si tiraba varios, alguno me daría en la cabeza.
—Es decir..., lo que yo creo es que el hombre piensa en el significado de la vida porque sabe con certeza que va a morir algún día. ¿No te parece? ¿Quién se tomaría en serio el hecho de estar vivo si viviera eternamente? ¿De dónde surgiría esta necesidad? Aun suponiendo que la tuviera, uno acabaría diciendo: «Todavía tengo muchísimo tiempo. Ya pensaré en ello más adelante». Pero eso, en la realidad, no es así. Nosotros debemos pensar en este instante, aquí y ahora. Mañana por la tarde quizá muera atropellada por un camión. Quizá dentro de tres días tú mueras de hambre y de sed en el fondo de este pozo. ¿No es así? Nadie sabe lo que va a ocurrir. Por eso nosotros, para evolucionar, necesitamos la muerte. Eso es lo que creo. Cuanto más viva y gigantesca sea la presencia de la muerte, más pensaremos en ella. —Y en este punto, May Kasahara hizo una pausa—. Oye, señor pájaro-que-da-cuerda.
—¿Qué?
—Tú, ahí dentro, en la oscuridad, ¿has pensado en tu muerte?, ¿en cómo te irás muriendo ahí dentro?
Reflexioné un instante.
—No —dije—. No he pensado especialmente en ello.
—¿Por qué? —preguntó May Kasahara con asombro. Parecía que se estuviera dirigiendo a un animal estúpido—. ¿Por qué no has pensado en ello? Tú, ahora, estás en la encrucijada. No bromeo. Hablo muy en serio. Ya te lo he dicho antes, ¿no? Está en mis manos que vivas o mueras. Depende de mi capricho.
—También podrías tirarme una piedra.
—¿Una piedra? ¿Qué quieres decir con eso?
—Que bastaría con traer un pedrusco y tirármelo a la cabeza.
—Pues, mira, sí. También podría hacer eso —dijo May Kasahara. Pero no parecía gustarle demasiado la idea—. Pero, oye, señor pájaro-que-da-cuerda. Debes de tener hambre, ¿no? Y a partir de ahora cada vez tendrás más. Y se te acabará el agua. Pero, a pesar de ello, tú no piensas en la muerte. ¿Por qué será? Te lo mires como te lo mires, es extraño.
—Seguro que sí —admití—. Pero es que yo he estado todo el rato pensando en otras cosas. Quizá, cuando tenga más hambre, piense en mi propia muerte. Total, para morir aún me quedan unas tres semanas, ¿no?
—Si tuvieras agua —dijo May Kasahara—. Aquel ruso podía beber agua. Era un terrateniente o algo así y el ejército revolucionario lo echó dentro de una vieja mina abandonada, pero el agua se filtraba por las paredes y él logró sobrevivir lamiéndola. Aquel hombre estuvo, como tú, en una oscuridad total. Pero tú no tienes demasiada agua, ¿verdad?
—Sólo me queda un poco —le contesté con honestidad.
—Entonces es mejor que la raciones —dijo May Kasahara—. Sorbo a sorbo. Y tómate tiempo para pensar. En la muerte, en que te estás muriendo. Aún tienes mucho tiempo.
Fragmento:
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo- Haruki Murakami
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