A Coruña, 13 de abril de 2011,El avión aterriza suavemente en el aeropuerto de Santiago. En realidad el avión solo aterriza. Lo de suavemente es que de tanto volar he ido perdiendo el miedo a volar. Nos vienen a recoger Sofía y Laura, del CEESG, que es como si te viniera a recoger alguien de la familia. Apellídanse Riveiro y Cruz, pero como si fueran Sánchez. Llegamos a A Coruña y empezamos a montar en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de La Educación. Laura es profesora de esta universidad y eso facilita que tengamos todas las puertas abiertas, en todos los sentidos.Un delicioso pastel de atún y unos fideos a la marinera nos meten de lleno en Galicia. Cuatro de la tarde. Rafa duerme la siesta. Yo me acerco a la playa de Orzán y subo hasta la Torre de Hércules. De bajada, el viajero va contemplando la hermosa Ensenada de Orzán, que finaliza en el campo del Depor. Le gustaría quedarse allí un ratito más, contemplando, pero la hora de descanso se ha acabado. Volvemos al Campos de Elviña para acabar de montar, probar luces, micrófonos, etc. En fin, la cara oculta de la luna.A las siete y cuarto comienza la obra. Yo, por primera vez, me ocupo de algún tema de iluminación, con tranquilidad, porque Rafa funciona como un reloj suizo. Una hora después, acabada la función, empezamos la charla con el público, estudiantes de educación social en su mayoría, pero también profesores y algunos profesionales. Los estudiantes no huyen en desbandada después de la obra. Al contrario, se quedan clavados en sus asientos y están muy atentos a lo que les contamos. No creo que sea únicamente por educación; la universidad les habla del presente y nosotros de su inmediato futuro, es normal que les interese. No preguntan mucho, pero hay que reconocer que este tipo de auditorios tan enorme impone a la hora de levantar la mano, lo sé por experiencia. Intervienen más los profesores y alguna profesional en activo que ha venido a vernos. Nos felicitan por la obra. Algunos, al hilo de lo que acaban de ver, comentan la importancia del humor en nuestra profesión. Una espectadora nos pregunta por la dificultad en transmitir la eficacia de nuestro trabajo. Estoy de acuerdo, aunque añado que es importante que los profesionales seamos los primeros convencidos de que nuestras intervenciones sirven de algo. Yo lo estoy, aunque me ha costado mis años. También se comenta un tema recurrente que sale reflejado en la obra: la crisis ha hecho que por primera vez personas de clase media, o de clase alta venida a menos, acudan a servicios sociales en busca de ayudas económicas. Yo añado un sí, pero (si no hubiera un pero no sería yo). Es obvio que con la crisis hay más motivos para venir a servicios sociales, pero también lo es que el cambio en la tipología de los usuarios se había dado mucho antes y por causas diferentes: desde el momento en que empezamos a ofrecer unos servicios socioeducativos de calidad, usuario puede ser cualquiera, no necesariamente (aunque también) las personas con problemas para llegar a fin de mes. Un profesor nos dice que la obra le ha gustado, pero deja fuera muchos aspectos de la educación social (el voluntariado, el trabajo comunitario, los políticos, etc.). Es cierto. No podía ser de otra manera. No sólo porque tocar todo en un espectáculo de una hora es imposible, sino porque la obra es una selección de las entradas más teatralizables de un blog que sí que habla de muchos otros temas en sus cuatro años de existencia. Pero hay otra razón. Nuestras obras de teatro pretenden, por encima de todo, emocionar. Si con esta lo hemos conseguido, aunque sea un poco, nos damos con un canto en los dientes. Si además se aprende algo, pues mucho mejor oiga. Pero no es una obra con pretensiones didácticas. Tampoco quiere sentar cátedra sobre lo que debe ser o no un educador social. No es un curso acelerado de nada, para entendernos. Podría serlo, pero, en nuestra opinión, eso iría en contra del espectáculo y del espectador.
Por la noche cenamos en el casco viejo, cerca de la impactante y bonita Plaza de María Pita. Cenamos con amigas del CEESG. No recuerdo si bebíamos Ribeiro, pero sí que comiamos una deliciosa tortilla de patatas tostada por arriba pero inundada en su huevo, como debe ser. Entre risas y una charla muy agradable hablamos, no me pregunte usted por qué a estas horas, del llamado Teatro del Oprimido. Lo conozco y lo he practicado, pero no puedo mostrarme tan entusiasta con él como nuestras anfitrionas. Tengo mis objeciones, mis peros...
(continuará)
Fotos: 1. Playa de Orzán2. Salón de actos. Fac. CC Educación. Sofía ayudándonos a montar.3. Laura, Tania y Marta, del CEESG, con las entradas.http://factorialossanchez.blogspot.com