Volví ayer, tarde -le dije a la madre-incondicional de mi cole que me encontré esta mañana en el súper.
Volví ayer, casi de noche, maletas en ristre, muñeco, mochilas y mucho tren. Volví ayer, pero la arena de la playa se quedó entre nosotros, materializándose en la terraza, las suelas de las zapatillas, las camisetas y las toallas. Cientos, miles, inconmensurable número de motitas de polvo y arena de playa mediterránea teletransportados gratuitamente en mi maleta, invadiendo mi casa y sus baldosas, apropiándose en minutos de mi suelo, resistiendo ahora y siempre al ataque de escoba y fregona en mano...
Volví ayer, pero esta mañana me despertaba la voz de mi vecino, apurando aún sus vacaciones, hablando por teléfono desde la calle, susurrando como dicen que hizo Marilyn a Kennedy en su cumpleaños, dictando suavemente a alguien un número de teléfono: "nueevve, nueevve, occcho...", dejando arrastrar con deleite las letras, marcando los espacios, tal vez moviendo apenas los labios: "unnno, tressss".