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Crucigrama
Publicado el 21 enero 2010 por IcíarEscritora: Isabel Núñez
Me ha encantado este librito de 78 páginas, que consigue dejarte con la miel en los labios.
En él se cuentan fragmentos de una vida, ignoro si son autobiográficos o no, pero resultan encantadores. Los he encontrado alegres y embaucadores.
Se llama Crucigrama, como el crucigrama del periódico que el padre día tras día hacía, en un lugar íntimo, para no ser molestado, como si se comiese una tableta de chocolate, y que se enfadaba si se la quitaban.
Me ha encantado la descripción de los personajes que me han parecido tan entrañables. El declive del padre por un cáncer, con su no perdida costumbre de hacer ese crucigrama. El amante A, seductor por necesidad, ‘necesitaba seducir al mundo entero’. El amigo Carlos y su nerviosismo al volante, ‘le digo que debería ser guarda urbano. No me hace caso’. El chico ruso, y con él lo imprevisible, lo errático. Las descripciones del centro budista, con ese ‘altar donde magdalenas y galletas se mezclan curiosamente con las divinidades’;
Esas cosas graciosas, como cuando desde la seriedad te pierdes en las letras del retrovisador, en ese ‘Objects are closer than they appear’ que lees como si fuera un ‘mantra’, me hizo reír, también yo he vaciado la mente con esa frase; la forma en que su embarazo es descrito resulta amena y divertida, en el que se compara la botella de plasma con una bolsa de jamón ibérico, la forma en que se refiere al anestesista, y lo absurdo de sobrevivir a los excesos del pasado y sin embargo estar a punto de sucumbir al dar a luz una nueva vida.
La tristeza es contada con originalidad y sentido del humor, con aparente ingenuidad, como una forma de escapar a la seriedad de convivir con ella ‘Me pregunto qué proceso físico se desencadena para hacerme llorar, cuando ninguna partícula intrusa me invade los ojos ni he aspirado los vapores irritantes de la cebolla…..
Me ha encantado la descripción de la mujer del autobús, enferma de cáncer, y lo diferente que te hace ver todo, refiriéndose a ella dice la escritora: ‘tal vez para la mujer de naranja, la mediocridad y la rutina que rodea toda vida banal se ha convertido en algo emocionante, impagable, transformado por su deseo’
Me ha gustado el enfoque de la maternidad, vista como el privilegio de asistir a la evolución en la vida de un ser nuevo: ‘Asistía a su descubrimiento del mundo, a la forma en que el cerebro va conectándose y reconociéndose, imitando, experimentando. Conocer a alguien desde el principio de todo’.
Por último, el retrato de la madre se me hace entrañable. La madre que se entretiene observando a los animalitos, amante de los pájaros, lagartijas; con unos cálculos muy personales en su forma de conducir; despistada, ‘se va al comedor en busca de un listín de teléfonos y vuelve con el mando de la tele en la mano’; decoraciones dejadas a medias, es que los impulsos no duran siempre.
Y el final de este libro, que coincide con este capítulo de la madre es francamente precioso, precioso. Lo pondría, pero no, no puedo, yo también soy mi propio auriga y sé aguantar, así que, os lo dejo como cebo.
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