Barcelona, un día de verano de 2010. Conduzco por la Meridiana hasta Plaça de les Glòries. Algunas banderas de Cataluña y de España cuelgan de los balcones. Una bandera en un balcón gana en intimidad lo que pierde en fuerza tribal. Aunque sea una intimidad compartida. Alguien, en su casa, despliega una bandera comprada el día de antes. Quizás duda un momento, pero luego piensa que, ¿porqué no?, que esa es su casa y ese su balcón. Y ahí luce su bandera, a salvo de los insultos cruzados de facebook, cargada de un simbolismo que nadie, ni políticos ni periodistas, le puede robar.
Cuando era más joven y bajábamos en tren, Barcelona era para nosotros sólo La Rambla hasta el puerto. Hace tiempo que evito la Rambla. Gracias a eso he ido descubriendo en Barcelona bares, tiendas y calles nuevas, con la agradable sensación de que no me la voy a terminar nunca. Después de caminar sin apenas rumbo, una cerveza fría en una terraza y un periódico, con el atractivo añadido del paso nervioso de la gente. Un plan sencillo pero infalible en esta magnífica ciudad hecha para mirar. Cuando era más joven y empezaba a leer periódicos, leía El País, que me deslumbraba como me deslumbraba La Rambla, bulliciosa y espectacular. Pero con el tiempo les he visto las trampas y los lugares comunes: a El País y a La Rambla. Así que también en la prensa busco calles nuevas que me sorprendan. Ya que ni en Cataluña ni en España existe un sólo periódico objetivo e independiente, busco entre ellos a los pocos periodistas objetivos e independientes que quedan.Pintura: Mary Saleshttp://factorialossanchez.blogspot.com