Los toreros y los atletas han ocupado mis últimos días. Los primeros no me han interesado nunca, pero sí el debate que ha habido sobre ellos, que es, por cierto, muy antiguo. Torear es un arte, aunque yo no lo sepa apreciar, donde un toro sufre. Que en Cataluña se ha tratado de un debate político es una verdad de perogrullo: se ha votado en el Parlamento. Es muy ingenuo pensar que, tratándose de políticos, los argumentos de los llamados animalistas o de sus contrarios hayan sido los únicos que se han tenido en cuenta a la hora de votar a favor o en contra. Por eso al final se trata de una de una prohibición que gusta a unos y no a otros, y que contiene, como la mayoría de las leyes, bastantes carencias e incoherencias. Pero me ha faltado oír y leer lo que para mí es el único debate posible sobre este tema. Porque el debate sobre el sufrimiento de los animales nos lleva directamente a un callejón sin salida o al absurdo. El centro del debate no puede ser el toro, el centro del debate es el ser humano. Porque el hombre no erradicará nunca totalmente el sufrimiento de los animales, pero debe de decidir si puede hacer de ello un espectáculo. Yo creo que no. No es por ellos, es por nosotros.
A los atletas les entiendo mejor, aunque también aplaudo su sufrimiento, una celebración a los límites de sus cuerpos. Los 3000 obstáculos se parecían más al cross que cualquier otra prueba de pista, con su ría y sus saltos. Eran más entretenidos para un fondista. Antes de la salida, cuando nos movíamos nerviosos en la pista y nos dábamos cachetazos en las piernas, había una especie de camaradería especial entre los obstaculeros: un 1500 o un 5000 se corren, pero un tres mil obstáculos se sobrevive. En fin, permítanme este arrebato mítico hacía una prueba atlética que me gusta especialmente. La cuestión es que cuando veo a Marta Dominguez, con ese poder, esos dientes apretados, esa determinación y esa belleza apache de su zancada me sale un Ole!ole!, un poco torero.http://factorialossanchez.blogspot.com