Revista Literatura

Cuadros, tauromaquia y perséidas

Publicado el 13 agosto 2012 por Gasolinero

Clementina vive en una región vecina de la nuestra. Tan ricamente. De vez en cuando, sobre todo en el verano e intentando que le pillen unos días de la feria, se acerca al pueblo. En el sitio en donde vive Clementina huele a gorrino. Ella dice que a estiércol, pero yo creo que es a gorrino. No a cerdo, que pudiese parecer un olor ofensivo y malintencionado, no, a gorrino necesario, nutricio y encochiquerado comiendo pienso; a la espera de que venga el camión que le llevará al cielo de los marranos. Se le ha pegado el acento de la tierra adoptiva; ella lo niega, pero es que sí. Los acentos y los olores solo los nota el de enfrente.

Pedro, con su voz sosegada y tranquila, nos cuenta que una vez tuvo que llevar en elCuadros, tauromaquia y perséidas taxi a una vecina, colombiana por lo visto, le confesó que el pueblo le olía a orines. Cuando pasaba por la plaza y veía a todos esos viejos sentados en los bancos, el olor se acrecentaba. Pedro, con su visión mesurada y su tranquilizador sentido común lo achaca a que la trajeron de pequeña a un sitio en dónde no quería estar y el aroma a amoniaco es una reacción. Da gusto oír los juicios de Pedro.

El arte se ve que es endogámico y familiar. Clementina fuma y cada poco se sale a la calle. Nosotros como lo dejamos hace años, nos quedamos dentro, refugiados en el aire acondicionado a pesar de la hora y bebiendo coca colas. La coca cola es un arma cargada de futuro. Están las fuerzas vivas de la ciudad, o al menos el alcalde y varios ediles de los grupos de la oposición. Hablamos con Pedro de la impericia de un joven y reciente concejal con las redes sociales. Raúl, el patrón del local (una sala de exposiciones, librería, bar y mil cosas más que se llama Cicato y es un lujo en esta tierra del Señor) camina, saluda, sonríe, sirve, posa, retrata, vuelve a sonreír, como si nada. Es joven y ya se sabe: la gente nueva puede con todo. Está exultante, tiene las paredes ornadas con cuadros de Pepe Carretero y al día siguiente ofrecerá la proyección de un vídeo-montaje del poeta Dionisio Cañas.

En donde vive Clementina hace mucho calor, el viento es devastador y el polvo ocupa todos los intersticios de la vida. Es como una película de Leone o un drama de Williams. Se trae de la calle a una compañera nuestra de instituto, de cuando Felipe González y el Naranjito, que ahora está en Ibiza. Al llegar a la mesa mira y cambia de dirección.  Habrá recordado las burlas de un servidor. Es que el pasado vuelve cada tanto.

Antes estuvimos viendo las pinturas: toreros, picadores, manolas, etcétera con el inconfundible estilo de Pepe Carretero. La gente se abraza, se besa, sonríe, se estrecha la mano… La pintura despierta los mejores sentimientos en los asistentes al acto, mientras las perseidas se derraman en una noche inhumana y sofocante. El poeta reparte invitaciones para su performance, al pasar por nuestro lado nos ignora, quizás no nos encuentre dignos de entrar en su casa, digo en su evento.

Hablamos de redes sociales, grupos en Facebook, egos inconmensurables y cosas de esas. Pedro es mecánico de motos, taxista, un escritor como la copa de un pino, bloguero, redsocialero y por encima de todo ello, un gran tipo. También parlamos del encasillamiento o compartimentalización a que estamos sometidos los pueblerinos por nuestros conciudadanos. Asumimos nuestra gañánica condición y entendemos nuestra lejanía de la sublimación artística. Después intentamos descubrir en qué momento de la historia se abandonó en Tomelloso lo innecesario, profundamente, pero pronto lo dejamos.

Abandonamos Cicato con el propósito de, al menos este que escribe, asistir al acto de Dionisio Cañas, a ver si esforzándome consigo quitarme el pelo de la dehesa. Amablemente nos despide José Luis, único e inquebrantable concejal de un reciente partido, conminándonos a volver al local para que pueda estar mucho tiempo abierto.

http://www.youtube.com/watch?v=oEfFbuT3I6A


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