Revista Talentos

¿Cuál cambio, señores?

Publicado el 04 enero 2014 por Perropuka
¿Cuál cambio, señores?En las últimas semanas, Evo el Austero no ha parado de jactarse en cuanta ocasión se le presenta para discursear ante sus masas cautivadas, que  le siguen supinamente silenciosas y encandiladas como si oyeran a un mago. Como una función para niños. He ahí el secreto de su discurso básico pero efectivo. Dice él, apelando al “imagínense compañeros y compañeras” -su recurso retórico favorito- que en ciento ochenta años de vida republicana no se ha hecho tanto como en estos ocho años del estado plurinacional. Casi dos siglos de oscuridad, mendicidad y atraso se han borrado de un plumazo. Ahora somos un país digno y soberano y, faltaba más, inmerso en la carrera espacial. No producimos ni una bicicleta y ya nos creemos capaces de llegar a las estrellas. Qué fácil es callar la boca a este país con cuentos chinos.

Menos de una década ha transcurrido y todo parece ir sobre ruedas en este país de las delicias: llueven canchas, coliseos, estadios, aeropuertos, kilómetros de caminos, llueven nuevas fábricas, llueven nuevas leyes y llueven nuevos ponchos de agradecimiento. Llueven y siguen lloviendo más obras del programa “Evo Cumple” aunque muchas no sirvan para nada y otras ya se estén cayendo a dos meses de estrenadas. Llueven los discursos, las cumbres multitudinarias y llueven los músicos de folk y bailarines para alegrar a los jerarcas muy bien entarimados. Hasta las palomas se han sumado al proceso de cambio. ¿Pero cuál cambio?Porque uno sale a la calle y sigue viendo las mismas miserias. Las mismas ciudades sucias y descuidadas. Los mismos comerciantes informales que pululan en las aceras como hormigas. Los innumerables puestos callejeros de comida que se han ganado hasta los empleados de la banca. Si en verdad hay prosperidad, ¿por qué hay tanta gente haciendo cola para comprar el almuerzo? ¿Por qué cada navidad, una oleada de mujeres campesinas de las alturas llega a las principales ciudades a limosnear poniendo a sus niños pequeños a estirar la mano ante los automovilistas? ¿Por qué instituciones caritativas y hasta canales de televisión se ponen a recaudar juguetes y emprenden el camino inverso, llevando pan dulce y chocolatada hasta esas comunidades alejadas y muy bien olvidadas por el régimen de Morales, como por anteriores gobiernos? ¿Cuál cambio entonces?Doloroso resulta levantarse todas las mañanas con alguna noticia de que no hemos abandonado la condición de país miserable. Ayer mismo mostraban en la tevé a un montón de adultos mayores a quienes habían cerrado súbitamente las puertas de un hospital público porque el contrato con el municipio había vencido. Han creado seguros de salud a diestra y siniestra y luego argumentan que no hay los recursos y las instalaciones adecuadas para atender a tanta demanda. Y, sin embargo, se gastan millonadas en proyectos mastodónticos. Y hasta se llega al extremo de negar las sesiones de diálisis a enfermos renales crónicos, todo porque las autoridades no son capaces de prever contingencias; todo lleva su tiempo, dicen los burócratas muy sueltos de cuerpo. Indignante resulta enterarse que el Beni, un departamento casi tan grande como el Reino Unido, no había tenido un solo tomógrafo, ni en su capital Trinidad, una ciudad de más de cien mil habitantes. El reciente accidente en motocicleta de un pariente viene a ilustrar muy bien el calvario que tienen que afrontar los habitantes de esa región cada vez que necesitan atención especializada, viéndose obligados a trasladarse en avión a Cochabamba o Santa Cruz, con el costo y riesgo que ello conlleva. Y cómo no va a irritar que, meses atrás, el presidente haya gastado una suma importante en una estatua de Hugo Chávez para plantarla en otra ciudad del mismo departamento que no había tenido ni carro bombero para atender el terrible accidente aéreo ocurrido esos mismos días. En cambio, el supuesto gran benefactor sigue recorriendo esos pueblos y ciudades inaugurando caros coliseos que valen más que cualquier aparato médico o posta sanitaria. Lo triste es que ni a los alcaldes ni a los pobladores se les ocurre exigir esos urgentes equipamientos hospitalarios. Ni hablemos de sofisticados equipos de oncología.  Y se sigue disimulando las carencias con cuentos chinos, nunca mejor dicho. Ahora resulta que se ha vuelto a inaugurar Papelbol, cuando hace tanto estaba abandonada sin haber producido un solo folio, a consecuencia de no estar completada la instalación de la planta. “Imagínense”, todo un estado que se hace estafar con los contratistas, como el caso de las barcazas chinas para el ejército que hasta ahora no han llegado a territorio nacional. Mucho dinero se ha perdido en el camino y no ruedan cabezas, porque las gestiones seguramente las hacen los fantasmas. Aun así, se sigue llamando a los chinos para que traigan sus técnicos y su tecnología tapahuecos. Con Papelbol se consolida otra gran tomadura de pelo, empezando por el hecho de que no hay materia prima, a menos que se quiera arrasar los bosques primarios que todavía quedan. Importaremos celulosa, dicen los responsables, y ¡listo!, como si fuera trigo para amasar pan.

A estas alturas todo ha sido maquillaje, pura intención burda de imponer la nueva simbología en los membretes de las instituciones y en los uniformes de las fuerzas del orden. En el fondo nada ha cambiado, porque siguen las viejas prácticas de hacer política, las mismas mañas, la vieja corrupción, la misma codicia por gozar a plenitud de los bienes del Estado. Es más, con mayor descaro y cinismo. No otra cosa señala los quichicientos homenajes y cenas en honor del caudillo y de sus invitados. Las lujosas compras de vehículos, aviones y helicópteros para que los jefes se trasladen con comodidad a título de gobernar cara al pueblo, por poco puerta a puerta. Si hasta los activistas internacionales tienen derecho a viáticos cuando llegan al país. En el colmo del despilfarro, se anunció recientemente que se iba a dotar de vagonetas y camionetas para los movimientos sociales (léase a los jefes de esos grupos, porque a la mayoría se la arrea a plan de camionadas), como si no bastara que se les costee viajes y hoteles cuando viajan al exterior. Exportar la macarrónica revolución a cualquier precio es el gran cometido, la gran misión del caudillo y de todos sus émulos. Exportar productos elaborados y demás industrias reales es cosa de países normales.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Perropuka 231 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revista