Aun no terminan de quitar el altar de muertos y ya se escuchan por todos lados los buenos deseos y cánticos navideños, sin mencionar los adornos, luces, esferas y arboles de navidad de todos los tamaños, olores y colores.
Y no, no es que sea grinch. La temporada decembrina me gusta mucho y la espero con mucha ilusión, pero la realidad es que desde hace algunos años para acá, los ritmos son estrepitosos y en vez de generar alegría por la llegada de la navidad, generan angustia.
No es muy normal que en pleno mes de septiembre ya estés viendo adornos de temporada de Halloween y Navidad, entre mezclados en los escaparates de los grandes almacenes. Eso es angustiante.
Antes, vivíamos las temporadas plenamente. Desde el día de reyes hasta el año nuevo, todo con calma y a su tiempo, dándole su momento y solemnidad a las fechas.
En cambio, ahora, ni bien termina el día de muertos o Halloween y ya estamos con las prisas retirando el ultimo indicio de decoración terrorífica para dar paso a los bastones blaqui-rojos, los muérdagos, las coronas, ángeles, estrellas, trenes, aldeas, velas, luces y villas navideñas; sin dejar de mencionar los pesebres, nacimientos o como le quieran llamar, ¿tanta prisa para qué? Veremos en el calendario nuevamente que ya es el mes de marzo y apenas estaremos retirando un árbol de navidad seco y mal trecho, junto con las luces que no dieron para otro par de meses porque fueron las que se compraron en el Walmart desde el mes de septiembre del año que concluyo.
En serio, ¿Cuál es la pinche prisa?
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Imágenes: Pixabay