Revista Diario
Cualquier otra cosa / david saint-germain
Publicado el 26 agosto 2010 por El Cuentador“No one chooses to be homeless” David Saint-Germain
La palabra amistad es una de las más ambiguas que conozco. Hermosamente ambigua, debo agregar. El uso del calificativo “amigo” permite que nos refiramos, metiendo “en un mismo saco” a personas muy variadas con las que podemos sostener relaciones bien distintas unas de otras.
Tener y mantener un perfil en Facebook es una experiencia fascinante. Guardo en el mío más de 1.000 amigos y aunque es evidente que algunos de ellos son sólo conocidos, esta distinción me parece irrelevante para efectos de una red social. No creo ser un coleccionista de “amigos”, pero reconozco que me agrada permanecer conectado de alguna forma con gente que he encontrado en mi vida.
Me gusta calificar a Facebook como una suerte de “Túnel del Tiempo”, en tanto me ha permitido volver a entrar en contacto con gente que jamás pensé reencontrar. Algunos “amigos” de infancia están en mi red, si bien no los he visto en más de 35 años.
Hace ya cerca de 20 años, bastante antes de la existencia de estas redes sociales virtuales, conocí a un muchacho norteamericano llamado David Saint-Germain, a través de una de mis mejores amigas en la vida. David, mi amiga y yo éramos miembros de la muy especial ONG Cámara Júnior Internacional; en un evento internacional de esta organización, David encontró a la chica y quedó prendado de ella.
El David que conocí era un joven entre rubio y pelirrojo muy grande (así como en la foto que ilustra este artículo, aunque con algunos años menos encima), alto y robusto, tanto que era difícil no verlo cuando entraba en algún lugar. Un tipo agudo, agradable, llano y entusiasta como el que más, simpático, hablador y con una muy interesante capacidad de análisis. Cuando David supo que mi relación con la chica que lo cautivaba era cercana, se me acercó para preguntarme por ella, tratando tal vez de acceder a algunos secretos que le permitieran conquistarla. Me parece que no fue mucho lo que le revelé.
Tampoco le hacía falta; a punta de propios méritos David logró enamorar a mi amiga. Por esas cosas que sólo el amor es capaz de generar, David viajó hasta Venezuela para pasar un Diciembre con su amada. Sé que fue una experiencia especial para él. Como la vida es la vida, eventualmente David y mi amiga terminaron su relación, pero quedaron buenos amigos. Algunas veces le preguntaba a ella por el gigantón. Después le perdimos la pista; los correos electrónicos no se usaban aún.
Con la expansión de Internet mi amiga intentó reubicarlo, sin éxito. Hablando una vez con ella al respecto le dije que eventualmente su búsqueda tendría mejores resultados. Así fue; en Marzo pasado, Facebook de por medio, David y mi amiga volvieron a entrar en contacto. Yo saludé el rencuentro y recibí un muy caluroso saludo de parte del reaparecido. Esto me escribió: “HUUUGGGOOO!! How the hell are ya?? It’s been too long my friend. It's been too long seeing all of you..” que pudiera traducir como: “HUUUGGGOOO!! ¿Cómo carajos estás? Ha pasado demasiado tiempo, mi amigo. Demasiado tiempo de no haberlos visto”.
La verdad es que yo habré visto a David no más de 5 ó 6 veces en mi vida, todas remitidas a aquella época de principios de los 90s, de manera que en un sentido tradicional no podría decir que era mi amigo; mas la vida también me ha mostrado que hay amistades que sólo necesitan minutos para fundarse. El caso es que me alegró saber de él y después seguimos en contacto a través de Facebook, en gran parte estimulado por el entusiasmo que David seguía mostrando. Por ejemplo, cuando supo que yo vivía en París, me preguntó si ya había visitado el boulevard que llevaba su apellido, tuvo elogios para mi esposa, hizo comentarios muy amables sobre algún artículo que escribí en este blog, etc.
Los primeros días de Agosto mi amiga me escribió informándome que David Saint-Germain había muerto. La sorpresa me llevó a averiguar más y descubrí un montón de cosas asombrosas sobre David. Entre otras, que era un activista incansable de los derechos civiles o que había tenido un accidente automovilístico hace algunos años que le había dejado daños irremediables en la espalda. Esto le obligaba a tomar medicamentos para aliviar un dolor permanente que aguantaba desde entonces y que fue la causa principal de su partida. De nada de esto supe mientras David vivió; nada de su entusiasmo lo revelaba y nunca conversamos al respecto en los breves intercambios a los que me di permiso con él.
El accidente tuvo otras secuelas, entre ellas una incapacidad para trabajar, pero no para ser un batallador militante en su tierra, de causas como la de las personas sin hogar, la reforma del sistema de salud o los derechos de los inmigrantes. No poder trabajar debe haberle traído consecuencias económicas importantes, porque durante un tiempo aparentemente no tuvo ni siquiera domicilio fijo, aunque en los últimos tiempos había logrado alquilar una pequeña y modesta habitación donde vivía. Supongo que haber experimentado en carne propia algunas de esas penurias le permitió conocer mejor el sufrimiento de las personas sin hogar y abogar más eficazmente por ellas. El epígrafe de este artículo lo he tomado de un video de una intervención que tuvo David en Octubre de 2008, durante una manifestación contra las guerras y por los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos.
En ese breve discurso David dice que él interpreta la condición de “homeless” (que literalmente quiere decir “sin hogar” y que traduciré como la situación de no poseer domicilio fijo, o en casos más graves, como “indigencia”) como una pérdida: entre otras, la pérdida de un trabajo, de seguridad social, de salud física y mental, de familia, de amigos…
Vuelo entonces a preguntarme: ¿qué es un amigo? y declaro que tal vez el sentido tradicional es insuficiente, o que en todo caso prefiero una acepción amplia a una restringida de esa noción. Tal vez un amigo es alguien por quien me preocupo. Tal vez un amigo es alguien cuya felicidad hace que mi propia felicidad aumente.
El perfil de David Saint-Germain en Facebook recoge diversos testimonios de personas que lo conocieron bien y lo apreciaban; pareciera que al menos, en cuanto a amigos se refiere, David no era precisamente “homeless”. Pero parece que tampoco hubo forma de que el dolor físico que padecía –y del que yo sospecho no habló mucho– fuese al menos soportable.
Es raro mirar el perfil en Facebook de David sabiendo que él ya no está. Sigue allí entre los “amigos” de mi perfil, pero la conciencia de que no podré volver a ver al gigantón entre rubio y pelirrojo en este mundo, hace sentirme “homeless” de cierta manera. Tal vez un amigo es también alguien cuya tristeza o pena incrementa las tuyas, o alguien ante cuya ausencia, la palabra “ausencia” misma toma un significado más profundo.
Una vez, en aquellos años de Cámara Júnior, David me preguntó si a mi amiga le brillaban los ojos cuando hablaba de él. Creo que es una de las preguntas más enamoradas que he escuchado alguna vez.
Hace poco, en estos tiempos de Facebook, David me preguntó, queriendo saber más sobre mí: “Are you happy my friend?” Creo que es una pregunta que sólo puede hacer legítimamente un amigo.
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