¿Por qué importa tanto a algunos el color de una camiseta? ¿Cómo dejamos que un simple color, o unas franjas representen tanto? ¿En qué momento unos colores se adueñaron de nuestra educación, nuestro respeto y nuestro raciocinio?
Tendemos a darle más importancia de la debida a cosas que no lo merecen, y pasar por alto otras que sí. Somos capaces de convertir un deporte en una cuestión política, social y económica. Capaces de luchar por un color, un escudo, una mascota de felpa, pero no lo somos de luchar por las ideas, la libertad, la igualdad... ¿Por qué?
Desde la forma más antigua reconocida como antecesor del fútbol actual, el pok-ta-pok de los mayas (500 a.C.), ha existido una violencia ligada íntimamente a esta práctica -bien entre los participantes, o entre los espectadores, sino ambas-. Ayer, los seguidores de dos equipos egipcios protagonizaron otro episodio más. Esta vez se saldó con la vida de 73 personas, y miles de heridos. No es la primera vez que unos colores provocan algo así, y seguramente no será la última...
A pesar de la importancia que se le da, como si de un estabilizador social fuera -cuando está demostrado que no es así-, no deja de ser un deporte, algo que la RAE define como: 1. Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. 2. Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.
¿Dónde dice que hay que sentir más amor por los colores que por uno mismo, o que por sus iguales? ¿Dónde dice que haya que defender las jugadas de su equipo con insultos y/o agresiones? ¿Dónde dice que sea necesario tal fanatismo?
El problema no está en ser seguidor de un deporte, ni en defender a tu equipo o deportista favorito. El problema es que se toma demasiado en serio.