Hace días que no escribo, borroneo pero no intuyo. Lo intento sin desmayo. Miro, indago, pero no encuentro nada. No soporto este pulso infame, esta lucha fratricida. ¿He perdido la imaginación en el sendero de las sombras? ¿Me habré enemistado con la fantasía? ¿Se expatriaron las quimeras? Me siento extraño, en otro cuerpo, en otra existencia. ¿Dónde están los delirios, las princesas, dónde los unicornios alados? Es tan difícil entender que han desaparecido las palabras, que han abdicado los fonemas, que las imágenes se han velado. Me percibo acorralado por mi propio espejismo, convertido en solitario náufrago de mis deseos. Los sueños ya no me sobrevuelan, no gorjean en mi nido, sólo resuenan graznidos que profetizan noches imperecederas. Tal vez ya no queden historias por fabular, ni cuentos que contar, quizás la ficción y la realidad son la misma cosa. Ahí fuera llueve nada, llueve miedo,
llueve sangre. Transitar por el alambre, funambulista en el precipicio del fracaso, hecho trizas de ponerme a prueba, de este examen perpetuo, de perseguir descalzo, exhausto, el hedor del éxito, el olor de la suerte. Subsistir en el vórtice del desconcierto convertido en un ermitaño de ilusiones, desnudo, auscultando la luna gris garabateando la intemperie. Los ojos obstruidos y el abismo de la mirada indagando la línea del horizonte, que se escapa como un reloj que avanza desbocado. Tal vez ser el problema o sólo parte de la solución. Colegir que la vida algunas veces tiene razón: se derretirán las nieves, alboreará un nuevo día, se encenderán las pupilas apagadas, sanarán los sueños malheridos, regresarán las historias, las leyendas y los cuentos. Volver a ser un gigante. Cuando despierte seguiré allí.
Autor Texto: Xavier Blanco