Magazine

Cuando habla el corazón...

Publicado el 02 noviembre 2009 por Yopo
Cuando habla el corazón...Al verla por primera vez ya supe que la quería, que sería la mujer de mi vida. La limpia oscuridad de la noche nos envolvía, y únicamente la luz de nuestras habitaciones iluminaba el insondable patio que nos separaba.
Su ventana frente a la mía, y las cortinas descorridas, cuando apareció su inolvidable silueta. Jamás la había visto, pese a que presumiblemente vivía en el edificio de al lado. Caminaba de un lado a otro de su habitación, mientras se soltaba su rubia melena. Me quedé embobado. Apenas tendría veinte años, y atesoraba en un solo ser toda la belleza del mundo
Ella reparó en mi presencia, sonrió, y en escasos segundos cerró las cortinas, bajó la persiana, y apagó la luz. Hubiese jugado a ser trapecista, me habría arriesgado a cruzar sin red por las cuerdas de tender la ropa que iban desde mi ventana a la suya, tan sólo por verla un instante más.
Esa noche no pude dormir. Había constatado que existen los flechazos. La había visto unos segundos y tenía la certeza de que estaría siempre a su lado.
A la mañana siguiente me desperté pensando en ella, e instantáneamente abrí la ventana de par en par. Ella no estaba. Sus persianas bajadas. Me disponía a dar media vuelta, cuando lo vi. Allí, ondeando al aire, como un banderín que me señala el camino, un papel prendido con una pinza a la cuerda de la ropa. Lo cogí, tembloroso y eufórico al mismo tiempo, y me sorprendí al comprobar que lo único escrito era una dirección de correo electrónico. En un santiamén encendí el ordenador, y la agregué a mis contactos. La mensajería instantánea podía ser mi salvación.
A los pocos minutos un austero “hola” en la pantalla, me atravesó el corazón. Alicia me estaba hablando, ahora sabía su nombre. Eché un vistazo por la ventana y la vi al otro lado del patio, sentada frente al ordenador, con su sonrisa celestial, su pelo al viento hipnotizándome, y su manita de terciopelo saludándome. Definitivamente me había enamorado.
Así pasaron las semanas. Hablando todos los días a través de Internet durante horas, viéndonos a pocos metros de distancia, pero alejados por la longitud del abismo que dibujaban nuestras ventanas.
Nos lo contamos todo. Nuestras solitarias vidas, nuestras tristes dificultades, nuestras virtudes y nuestras flaquezas. Nos compenetrábamos al máximo. Lo que a mí me faltaba, ella lo tenía. Lo que ella no podía abarcar, yo se lo daba.
Le insistía cada día para que quedásemos, y así poder sentirla y abrazarla. Pero ella sostenía que se perdería la magia y que era mejor así. En realidad, lo único que ocurría era que el miedo la superaba. Pensaba que yo no soportaría su situación, y que dejaría de quererla por ello. Para mí eso no suponía ningún problema, más teniendo en cuenta que yo era como ella. Nadie podía entenderla mejor que yo. Siempre le decía que cuando habla el corazón no hace falta decir nada. Y escuchar al corazón es más fácil que escuchar a las palabras.
Después de varios meses, Alicia accedió, y por fin nos vimos sin distancia de por medio. Quedamos en su portal. Nos dijimos “hasta ahora” a través del chat, y nos decidimos a salir de nuestras casas al mismo tiempo. Corrí escaleras abajo para abrazarla cuanto antes. Salí de mi edificio y en seguida me planté en su puerta. Su sombra se perfiló tras el cristal, y después de unos segundos interminables, abrió. Nos cogimos de la mano, y nos besamos. Le dije que la quería como a nadie en mi vida y, aunque yo no habría oído su contestación, ella no respondió. Nunca lo haría. Tomó mi mano y la puso sobre su pecho. Me lo dijo su corazón.

También podría interesarte :

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Quizás te interesen los siguientes artículos :

Dossier Paperblog