portada del No. 1 de Wolverine
En 1982, cuando me fuí de Chile, se iniciaba un año bastante activo y lleno de cambios en el mundo: Italia le ganaría a Alemania la final del Mundial, Argentina estaría en guerra con Inglaterra, Israel invadiría El Líbano tratando de capturar a Arafat, los cines se llenarían para ver 'E.T.', en los kioskos estaría a la venta el primer número de 'X-Men' y, por separado, también aparecería el número uno de 'Wolverine'.Si bien la Panasonic desarrollaría en 1982 el primer CD player y, por lo tanto el primer CD, el aparatito y los nuevos discos no serían de consumo masivo hasta fines de la década.
Si bien la IBM ya desarrollaba las primeras computadoras personales, los aparatos tampoco serían populares sino hasta fines de aquella década.
Internet era secreta, desconocida para el gran público y había sido inventada para fines militares... a los pocos años dejaría de serlo y pasaría a ser gratis, civil y ubícua. Pero no todavía. Eso pasaría a mediados de los 90s.
Cuando me fuí de Chile el 1982 uno se iba realmente. Mantener contacto con el país cuna era lento, caro y difícil. Era imposible escuchar radios chilenas allá tan lejos, los diarios nacionales no traspasaban las fronteras y sólo El Mercurio tenía una edición internacional - creo que eran cuatro o seis páginas - que se demoraba dos días en llegar a las embajadas chilenas en el extranjero.
Primer CD player de la Panasonic
Una carta demoraba entre una semana a diez días entre continentes y las llamadas internacionales eran caras - por lo que uno las hacía sólo en ocasiones especiales.Hinchados de escribir, el casette grabado por la familia (polola incluida) y enviado por correo pasó a ser el mecanismo de comunicación preferido. Incluso, a veces venía acompañado de una cartita y de fotos.
Recibí (y mandé) no sé cuántos casettes en aquellos años. Contando novedades, copuchas, incluyendo chistes, programas favoritos y hasta la canción de moda. Pero entre envío y contestación podía pasar un mes. Increíble.
Así era la cosa sin internet... sin email, Facebook o Skype. Cuando uno tenía amigos de carne y huesos, no digitales. Cuando uno anhelaba noticias de la familia y no éstas lo tenían chato.
Así era. Y nunca más volverá a ser así. Chocheo caduco.