Revista Talentos

Cuando lo cortés quita lo valiente

Publicado el 09 noviembre 2013 por Mayte Leal @MayteLealRomero
"No es que ellos no puedan ver la solución, es que no pueden ver el problema" (G.K. Chesterton)
Acudieron a terapia religiosamente, casi con devoción cristiana. Suponían que la bienintencionada terapeuta no incurriría en temas espinosos que pudieran hacer peligrar su maravillosa relación marital. Al fin y al cabo, se supone que uno va a terapia para "arreglar" las cosas, no para discutir(las).
Pero supusieron demasiado, y demasiado siempre es mucho. Siempre.
CUANDO LO CORTÉS QUITA LO VALIENTEAquellos tortolitos que una vez fueron, quedaron atrapados en su dulce estampa. Estampados. Congelados en el miedo de ser descubiertos como cómplices de una infelicidad encubierta. Deshonestos con ellos mismos y con el otro, se cruzaban palabras amables, sonrisas cordiales y se daban la razón insistentemente, con movimientos de cabeza nerviosos, constantes, como lo hacían aquellos perritos que hace décadas habitaban en la parte de atrás de los coches.

Y es que lo cortés, a veces, sí quita lo valiente.

Tantos años evitando hablar de lo que de verdad importa, lleva al ostracismo: Sentirse solo aún viviendo muy acompañado.
Empeñarse en "no tocar temas" provoca cierta situación grotesca, sobre todo en un contexto de psicoterapia, donde lo que se esconde es precisamente lo que emerge.

Una escena curiosa, más trágica que cómica.Se invierte mucha energía en no decir lo que uno necesita decir a quien necesita decírselo. En lugar de eso, se finge estar bien y se malgasta un tiempo precioso en ocultar lo que ni merece ni debe ser ocultado. Parchear la angustia o el agravio o la rabia o lo que sea que uno sienta con respecto a su pareja por no atreverse a decir o a hacer, supone buscar atajos. Un buen amigo puede servir, aunque vomitar sobre él todas nuestras cobardías,sólo nos hará más conscientes de nuestra desdicha, nada más. El tiempo no cura nada, ni nada arregla, a no ser que uno haga algo con él. El tiempo sólo pasa.


Y la triste parejita descubrió más tarde que pronto, que el problema no es hablar y discutir y enfadarse y llorar y temer y preocuparse y sufrir...El problema, es precisamente no hacerlo.
Y aprendieron que cuando las palabras no se pronuncian, aunque no se digan, ahí están. Sólo se esconden, no se van. Y el tiempo no las borra, las reescribirá...
ilustración:  El Roto

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