El ser humano tiene la malsana costumbre de idealizar, y cuando es al prójimo, uno se topa de cara con el correr del tiempo con una cruda e inexorable realidad: que el otro no es como uno lo imaginó, aflorando las miserias de la persona que encumbró y el triste descubrimiento de lo que es y de lo que nunca fue. Se toma conciencia de que esa persona es humana y no divina y de que, por tanto, es imperfecta. En ese punto, si es capaz de aceptarlo, podrá dejar de querer y comenzar a amar. Es todo un reto, sí, pero no olvidemos que a algunas personas les encantan los retos y hay quienes, aun con su imperfecta humanidad, merecen ocupar un lugar en nuestro humano e imperfecto corazón. Pero, si no está el cuerpo para muchos retos, también está la posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva y a otra cosa, mariposa.