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Cuando Werner Herzog frecuentaba los alegres vestuarios masculinos

Publicado el 14 junio 2011 por Escabechina
Cuando Werner Herzog frecuentaba los alegres vestuarios masculinos
La primera cosa en cine del gran bávaro megalomaníaco por antonomasia, Werner Herzog, fue esta cosa llamada Herakles, un documental -¿un documental?, ¿sí?, ¿seguro?, ¡no jodas!- de no llega al cuarto de hora, con tíos dándole mucho a la fiebre del músculo y a los esteroides -esto último fuera de plano, ¡ojo!- y tal... La cosa es en blanco y negro y está aderezada con musiquilla guapa, más en concretamente, con musiquilla guapa de jazz.
Como ya sabemos que hiciera -o Tim Burton nos hizo creer que hiciera- don Ed Wood de los jerseys de angora y que viva el trasvestismo, Herzog también junta y apeguña un montón de imágenes de archivo que mejor no sepamos de dónde ha sacado, y se abandona al corta y pega extremo, al collage desmedido. La combinación de imágenes de culturistas -no confundir con culturetas, esa especie de obsesos y febriles aún más peligrosa y odiable que los Misters del Universo-, culturistas, como decía, muy concentrados en lo suyo de darle a la hipermusculación, con imágenes de accidentes automovilísticos bestiajos, cazabombarderos lanzando pepinos a ras de suelo, vertederos a rebosar de la humana basura y demás terrores de la moderna civilización, viene a significar que más vale maña que fuerza, sí, pero que tanta maña nos va a enviar a todos a tomar por culo cualquier día de estos...
Por lo visto, Herzog ya era muy perspicaz a sus 20 añicos, qué tío, y en montando este documental -¿documental?, ¿sí?, ¿seguro?, ¡no fastidies!- quiso venir a anunciarnos -mucho antes que el jodío Fukuyama- que se acabó, amigos, que esto es el Fin de la Historia. Que si el mismísimo y todopoderoso Hércules levantara hoy día la cabeza no nos duraba el menda ni dos telediarios, que o bien lo atropellamos en el primer paso de peatones y cruzando en verde o bien nos lo finiquitamos de un gripazo aviar.
Pero la musiquilla es guapa. Musiquilla guapa de jazz.
Cuando Werner Herzog frecuentaba los alegres vestuarios masculinos

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