¡Lo curioso es que no se porque me sorprendo! Hace muchos años que me he percatado de este detalle.
Los que crees que son "tus amigos", "tus familiares", resulta que después, con el tiempo, con los años, por pequeños detalles y a veces no tan pequeños, llevan una careta, una mascara de hipocresía y falsedad.
Todos nos hemos equivocado alguna vez con alguien. Pero rectificar es de sabios dicen y limpia el alma atormentada también.
Cuando en una época de mi vida, hace unos 12-13 años, yo iba con gente poco recomendable, recuerdo haber insultado e impropiado a una chica por su condición sexual. ¡Soberana tontería desde luego! Yo utilizaba este estilo de vida, esas compañías para canalizar mi rabia, mi odio, mi dolor a todo lo que me habían hecho y lo que me seguían haciendo, física y psicológicamente.
Al cabo de 3 o 4 años, cuando yo ya no frecuentaba esa gente me la encontré casualmente, y sin pensármelo, me disculpé, por todo lo que le decía, por todos los insultos y malas palabras que tenía con ella. Ella me aceptó las disculpas muy amablemente y desde entonces no es que seamos intimas pero nos llevamos bien y hay una relación cordial cuando nos vemos.
Lo bien que me sentí es impresionante!
Pero al igual que reconozco cuando me he equivocado, también reconozco cuando pasan de mi o cuando me ignoran o ridiculizan.
Hay un mini libro, que cayó en mis manos por casualidad, que se titula "Simplifica tu vida", y con los años, me doy cuenta que si, que hay que ir soltando lastre, quitando peso, descargando tu alma de pesadez, que ni sirve para nada, ni aporta nada.
Además, el ser humano no se porque motivo, tiende a sentirse solidario cuando le anuncian la desgracia a bombo y platillo y cuando está a miles de kilómetros de su casa. Cuando en la vivienda de al lado o en tu propia familia pueden estar necesitando ayuda.
Por suerte, no todo el mundo es igual, ni estoy generalizando, pero suele darse este caso a menudo.
Como dice el refrán: "No hay más ciego que el que no quiere ver".