Jueves, 3:42 madrugada. No me alcanza dormir más.
¿Por qué no puedo esconder la violencia como ellos?, que lo hacen así sin decir nada, ¿por qué no puedo violarles?, que lo hicieron así sin decir nada. ¿Cuánto cuesta mi vida?, ¿cuánto?, ¿está habitación de cinco por cuatro?, ¿sábanas limpias una vez por semana?, ¿tres comidas al día?. Mi vida cuesta la libertad que me falta, seiscientos cuarenta euros al mes y un día. ¿Cuánto cuestan sus vidas?, ¿una carrera universitaria?, ¿pisos de lujo amueblados en tiendas?, ¿coches pagados?. Sus vidas cuestan prohibida mi libertad. Mi vida cuesta sus familias esquiando en invierno, o navegando el mar en verano, los hoteles caros, y las trampas que corren sus vuelos en sicarios. Les cuesta la mirada al suelo la niña pasa desapercibida la vuelta a casa que nunca llega, allá en la esquina dónde perdí a mi madre y luego perdí mi vida, con quince años de espantos. Tanto que pagar por ella, tanto como mi adicción a la heroína, o a lanzar estúpidas amenazas que sólo yo para mí dirigidas, tanto como olvidar su culpa y perdonar su desgracia, aprovecharse de esa cría y arruinar la infancia, que grita con gritos de histeria y tachan de loca. Sí, soy una loca, estoy enloquecida, arden mis venas y sudo las noches con malos sueños. Me siento mal por odiarles, por desear incluso su muerte, pero la vergüenza no se paga, la vergüenza quedará en sus trágicas manchada para siempre. Niños de papá ahora quieren ser cobardes, niños que hombres que animales, pero siempre cobardes, niños de papá quieren ser jueces, jueces que animales pero siempre cobardes. ¿Cuánto cuesta mi vida?, de los quince a los veinte, ser incluso puta y aprender a vivir de rodillas.
Luci.