Dicen que la edad se lleva en el corazón. Pero se lleva en todo: en las rodillas, por ejemplo.
Últimamente me he estado fijando en los muchachos -y muchachas, lo digo por la edad-. Tengo a mi alrededor unos cuantos que viven en la tontería. No lo digo peyorativamente; creo que es propio de ciertas etapas o momentos, tender a la simpleza e ir a lo bobo; no creo que haya peligro de que eso sorba el cerebro, a menos que se le deje avanzar. Así que contemplo a algunos chiquitos cuyas fases de tontería me hacen sentir muy mayor. Porque una no deja de hacer cosas tontas, pero de otro tipo al que le quedan más otros adjetivos.
Luego están los jóvenes: adolescentes tardíos, adultos incipientes y completos adultos sin arrugas; ese conjunto que tiene al mismo tiempo: experiencia y toda la vida por delante. No me había tocado sentirme también lejos de ellos. Pero ya.
Silvia Parque