Revista Diario

Cuatro años

Publicado el 07 septiembre 2011 por Eduardogavin

4 años
Cuatro años de blog observan este momento. Cuatro años de ilusiones y sonrisas, de aplausos y de silencios. Hasta aquí, probablemente, llegó mi vida de rico y lo que nos espera ahora es la pobreza del metal y recurrir a lo que llevamos dentro. Creo haberme cargado en toda mi vida y espero haber contribuído a cargar vuestros zurrones de algún que otro pensamiento, de alguna que otra inquietud por las cosas que me gustan. Lo que me gusta es muy simple y muy complejo. El vino de cooperativa y el de chateau, el agua fresca. La sangre de los toros y la preservación de la vida animal y humana. La vagancia y el esfuerzo. La pereza y la prestancia. Me gusta comer de lujo o de bocata. Me lo pasó bien riendome de un pedo o de Buñuel. Lo mismo me hace un asado que un frito. La vida me ha dado todo lo que ha podido. Buena comida, buena ropa, buen refugio. Buena familia, buena infancia, buenos amigos, buenos amores.  He nadado en aguas de casi los siete mares y he estado en casi los cinco continentes.  He cenado con gente que se decía importante y con aquellos que llamaban mis subordinados y siempre fui bien acogido. He pasado apuros y distancia, nostalgias y saudades. Y suplí todo eso con amor desmesurado y tozudez. No he llorado casi nunca. He reído casi todos los días. He estado en la selva y el desierto. En la montaña y el mar. En  avión, en tren y en barco. Y cualquier día, me hago un hombre sacándome el carnet de conducir.  He dejado muchos empleos y nunca perdí ninguno, aunque así lo hubiesen querido. He ganado muchos amigos y parrandas.  He luchado cuerpo a cuerpo. He ganado y he perdido. He sido condecorado. Dos veces. He visto más de mil muertos por dentro. He visto al hombre vivir en el lujo absoluto y buscar comida junto a los perros y las ratas. Jugué en el Casino de Estoril, entré en templos oscuros y solitarios, sobreviví al encuentro con dos víboras, terremotos y tifones. Todos ellos pequeñicos. He visto el atardecer de África, el sol de medianoche en Suecia y el sol naciente del Japón. He escuchado jazz en Nueva Orleans, he cenado en sitios majestuosos de París. He cumplido años, sólo, sentado en Macchu Picchu. He pisado calzadas romanas y tuve un segundo hogar en el pueblo más espectacular de España, Riglos.  He dejado de fumar noventa veces, para siempre y he fumado nargile, vestido de blanco, en Estambul. No me falta, en casi ningún sitio que me importa, un teléfono al que llamar si me quedo sin hotel alguna noche. He bebido hasta el eclipse dentro de una milonga porteña y en casas de fados sórdidas, donde la absenta sustituía a la lágrima fácil y cobarde. Y he tenido siempre amigos que me han llevado, arrastrándome, hasta un catre. No me he doblado nunca. Aunque no exista otra forma de vivir en este mundo. No sé como he llegado hasta aquí entre tanta hipocresía y doblez. Creo que sobre todo porque sigue sin faltarme el Amor de la familia, los amigos, Margarida. Eso es lo más importante. Eso hicieron cuatro años de este blog, donde han pasado muchas de esas cosas. Eso me va a guiar durante, espero y toco madera, muchos años de felicidad, por ser tan libre. Eso me ha hecho a mí.
Y aunque no sea yo argentino de pasaporte, sí lo soy de corazón...


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