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Cuento de Hadas

Publicado el 06 enero 2011 por Quiquec
Para ellos fue imposible escapar, les atrapó el atractivo ritmo de una melodía, la música llamaba a ser escuchada del mismo modo que un abismo sin fin invita a los ojos a mirarlo, aquel sonido parecía encandilar todo el oscuro bosque.El viento, la lluvia y el odio ya cesaron, la negrura se desvanecía atrás en el camino, los peligros pasaron. Allá de donde una tenue luz parecía surgir, nacía sin duda alguna aquel rítmico sonido que embelesaba sus almas.Para ambos viajeros aquel eco, aun lejano, significaba una sola cosa, el final de su viaje ya estaba pronto. Los dos hermanos se detuvieron en su marcha, hermanos en espíritu mas no en sangre, ambos sentían el latido de sus corazones, la alegría y el miedo disparaban ese retumbar en sus pechos.Lentamente sus cuerpos se dejaron encantar por la magia de las notas, por ver luz después de una jornada en tinieblas, sin si quiera pensarlo se dirigían allí, a ese punto de luz lejano, caminando sin voluntad, como una hoja de otoño que se va volando frente al poder del viento.Uno de los dos hombres, cuyo cabello largo y desordenado se le escapaba cubriéndole parte del rostro, rompió el silencio diciendo “Hermano, alégrate, anoche soñé con Dios y él me prometió que por lo menos uno de nosotros saldría de aquí como premio a nuestra fe”. El otro hombre, de cabello corto, respondió “Hermano, es curioso, anoche yo también soñé con Dios, él me dijo que por lo menos uno de nosotros no saldría jamás de aquí como castigo por nuestros pecados”.No se dijeron más palabras, ambos comprendieron muy bien cuál era el mensaje que Dios les dio, ninguno de los dos lo amaba ya, porque ambos  lo juzgaron con mayor severidad por lo que se les arrebataba que por lo que se les concedía.El camino llegó a su fin en un claro, allí brillaba la luz con más intensidad que en ninguna otra parte del bosque, aunque vaga, vaporosa e ínfima comparada con la luz del sol, era un  resplandeciente regalo para ese par de hombres que habían estado tanto tiempo ya envueltos en sombras. Gracias al sonido y la luz, al calor y al fresco olor del lugar, sus sentidos ya estaban apaciguados, el precio para dormir al cuerpo no era alto, después de las terribles pruebas que pasaron, aquel panorama les invitaba a desplomarse para descansar allí mismo.Aun con sus cuerpos adormecidos, las mentes de ambos permanecían en alerta, luchaban por no dejarse abandonar ante otra dulce tentación, sabían que no debían confiarse pues todo podía ser una trampa. Frente a ellos, más allá de lo ofrecido por el lugar, un último placer aguardaba.La mujer estaba sin más ropa que un corto vestido marfil que se ceñía a su cuerpo, el cabello rubio les recordaba al sol al que hace tanto tiempo dejaron atrás, tenía la piel pálida y cuerpo esbelto. A pesar de ser la viva imagen de pureza e inocencia, dentro de ambos caminantes ella provocaba todo tipo de deseos que una mujer produce una mujer en un hombre, nacía en ellos algo por demás lejano a la pureza e inocencia.Ante la pasiva contemplación de los hermanos fue una dulce voz la que profirió las primeras palabras, la mujer presente miró a ambos y les dijo “Llegaron al fin, los estuve esperando mucho tiempo”. ¿Les agrada la música? Pregunto la mujer al mismo tiempo que avanzaba hacia ellos la puse especialmente para nosotros. Ella se situó frente a frente con el hombre de pelo largo, por un momento miro a ambos a los ojos, intimidándolos sin tener intención de hacerlo. Con cierto esfuerzo el varón de pelo corto pudo escupir un par de palabras, le pregunto a la mujer quien era, ella respondió con la simpleza de un niño, “un hada” dijo de manera indiferente. El hada no se molestó en decir más porque ella estaba absorta en su actuar, entregada en cuerpo y alma a cautivar la mirada del otro hombre, dada más a ello en cuerpo que en alma. El hermano que llevaba el pelo largo, aunque deleitado por lo que tenía delante, objetó algo, aun cuando de manera involuntaria su voz más que lanzar una queja parecía estar lanzando un cumplido, el expresó “Tú no luces como un hada”. La respuesta fue veloz, cada palabra fue pronunciada de forma deliciosamente lasciva, invitando a la imaginación a dar paseos por lugares prohibidos “Pensé que así te gustaría más”.Por un instante el hombre de pelo corto sintió la necesidad de empujar a su hermano y tomar por la fuerza a la mujer, más rápidamente exilió de su mente a aquel pensamiento tan bajo y ruin, tan genuino y humano. De manera forzada recuperó la compostura, esta vez con voz firme y masculina planteó su siguiente interrogante “¿Cómo sabías que veníamos?, ¿por qué nos esperabas?”La figura de vestido marfil ni siquiera se inmutó con el cambio de tono en el individuo que le preguntaba, ella con los ojos fijos en su presa de largos cabellos y sin mirar a ningún otro lugar respondió “Son muchas preguntas, yo… yo les contare todo después de que me concedan una pieza, nada más un baile, la música ya está puesta, entonces ¿Quién será el…?”Antes de que terminase la frase el hombre de cabello largo agarró a la dama con una sutil violencia, la acercó a si y empezaron ambos a moverse como dictaban las notas e instintos. Con los ojos fijos en los labios, aquel hombre que bailaba no estaba ya seguro si sus manos eran eso o eran garras, la sostenía con fuerza, sentía su calor, estaba el deseo secreto de los dos dictando las reglas ese instante.Bailaba, pero luchaba con el impulso de poseerla ese momento, sin respeto ni amor, solo con desenfrenada pasión. No solo él sentía un extraño gusto con la pieza, cada uno de los dos bailarines a su modo disfrutaba todo sonido y compás, aun así era bien claro que allí la música era lo de menos.Paso el tiempo pero no se dejo sentir, la melodía murió poco a poco, se desvaneció en el aire, y de repente el baile murió también. Por unos segundos aquel hombre no estaba seguro si podía soltar a su pareja, haciendo acopio de fuerza de voluntad bajo sus brazos, lentamente, ya que mucho de él no quería dejarla. Y es importante decir que la mujer sentía lo propio, antes de moverse ella le susurró al oído “Solo espera un poco más”.Aquella pálida figura de rubios cabellos se situó en medio de los dos hermanos, ante la mirada de ambos, una inquisitiva y la otra lujuriosa, ella se digno en hablar.Dije que les contaría todo después de un baile, y así lo hare por que las hadas somos seres de palabra. Hace mucho tiempo que Dios me encerró aquí sola, este lugar es mí paraíso y mi infierno, obedece a mi voz y soy yo quien da cuenta al todopoderoso de cuanto aquí sucede, mas él nunca me permitirá salir. Tras muchos ruegos conseguí que Dios se apiadara de mí, escuchó mis súplicas, entonces me dijo que en algún momento dos viajeros llegarían, su promesa fue que él quedaría conforme mientras permitiera salir a uno de ellos, y es eso lo que acordamos, dejaría salir a uno.Pasó un momento en el cual cuanto se oía era solo  el sonido de aves que  murmuraban entre ellas, la mujer añadió algo más “Y ahora aquí están los dos”.Ante aquellas palabras el hombre que llevaba el pelo largo no pudo evitar que se le cerrasen los ojos, inspiró con fuerza mientras una sensación eléctrica le recorría la espalda, mientras un vacio se le abría debajo del pecho. Él sabía a quién iba a escoger el hada.Una femenina silueta y rubia cabellera ya aguardaban situadas frente a él para cuando abrió los parpados, ella lo abrazó llena de amor y le susurró al oído “no te equivocaste, eres vos”. Palabras tan crueles de labios tan tiernos, la feérica criatura había dictado ya su sentencia.Mirada resignada, de frente al destino. Él siempre dio cara a sus tormentos y penas, volvería a hacerlo una vez más, quizás por última vez. Sin saber exactamente que lo impulsaba dejó que brotasen las palabras, una frase nacida de lo más profundo de sí “Déjame despedirme de mi hermano”.Ella le regalo una sonrisa, lo liberó de sus brazos y asintió de forma casi imperceptible. A una vuelta y unos pasos aguardaba su último encuentro con él, la pena acongojaba su corazón, las lágrimas escaparon de sus ojos incluso antes de que llegase a estar cara a cara con aquel con quien tanto vivió. Con la voz hecha un susurro, con los ojos húmedos, hilaba los sonidos “No digas nada hermano, solo despídete de mí por última vez”. Aquel humano impotente, escuchando a su compañero de años en quebranto, trataba de algún modo eludir al destino cruel, respondió con falsa esperanza “Yo… yo volveré por ti”, pero aquel amigo suyo de larga cabellera sabía ya lo implacable de los hados, sabía ya que la suerte estaba echada, él dijo aún con tono quebrado “Tengo la certeza hermano, de que es esta la última vez que nos encontramos, solo despídete, todo estará bien”.Estaban dos hombres frente a frente mirándose a los ojos, ambos entendían que solo quedaba una cosa por hacer, el hermano de cabellos cortos se armó de valor y expresó con tristeza “Adiós para siempre hermano”. Al hombre de pelo largo la despedida parece costarle más trabajo, respira con dificultad, toma fuerzas y en su voz nace un extraño ímpetu, una fuerza misteriosa impulsada por algún profundo sentimiento le da a su voz y a su cuerpo la firmeza necesaria para hacer lo que debe, el dice entonces “Adiós para siempre hermano”.Se da una pelea entre destino y voluntad, la oportunidad de escoger ahí presente entre los dos, uno lo sabe y el otro no. En la mente de quien lleva el pelo caído hasta los hombros resuena la voz del hada en el pasado, tan solo minutos antes “Eso es lo que acordamos, dejaría salir a uno”. Las cartas que jugaba el destino ya se revelaron, ahora le tocaba jugar a él.Solo necesitaba un movimiento, nada más. El puñal fue rápido y certero, el corte mortal. El preciso instante del ataque el viajero tenía su extenso pelo cubriéndole la cara y los ojos, no quería que su hermano lo mirase de frente mientras lo mataba, tal vez así aliviase algo de culpa.De nada sirvió cubrir sus ojos porque la sensación que produjo la sangre caliente salpicando en su mano sobrepasaba con creces cualquier intento de aliviar su corazón. Al retirar el arma del cuello de quien en vida fue su hermano, el cadáver cayo de inmediato sobre la tierra.Las lágrimas no paraban de salir de los ojos de ese hombre con largos cabellos, y en ese preciso instante su único consuelo era saber que la muerte había sido instantánea, le alegraba saber que no sufrió. Su hermano no sufrió al morir pero él sufrió al matarlo, sufrió todo lo que un hombre pudo sufrir.El hombre allí parado sintió a su lado el sonido de una voz ya familiar, era el hada que preguntaba frenéticamente “¿Por qué?, ¿Cómo pudiste?, ¿Cómo has podido ser tan cruel?”. Y el individuo que forzadamente frenó su llanto respondió “Porque en este lugar, al final de las cosas todos rendimos cuentas a solamente a Dios, incluso tú”.Ella comprendió entonces lo que no quiso ver antes, no se trataba de crueldad, se trataba de egoísmo, de supervivencia. Se rió de forma condescendiente en sus adentros, y se recordó algo a sí misma, eran humanos, ¿cómo podía esperar algo mejor viniendo de humanos? Sin embargo ella estaba obligada a cumplir con su acuerdo, porque ciertamente en ese lugar la divinidad exigía a quien fuere a cumplir con sus compromisos, ella había dado su palabra, debía dejar salir a uno de ellos. El hada lanzó una pregunta con cierto resentimiento en su voz “¿Es que acaso tu libertad vale más que la vida de tu hermano y mi eterna soledad?”. Y él le respondió con vergüenza de sí mismo, con la voz hecha un hilo y con una irónica certeza de sus palabras, “Lo vale”.Un momento sin palabras paso fugaz, realmente ni ella ni él sabían por que quedaron mudos ese instante, tal vez ambos estaban intentando reponer su espíritu, intentando medir el daño hecho, tratando de aceptar que ambos acababan de perder cosas muy preciosas. Ambos olvidaron que, ahí parados y sin intención de hacerlo, honraban con un minuto de silencio al muerto. La figura masculina ahí presente se dio vuelta, había logrado apaciguar sus tormentosos sentimientos, miró a la mujer que allí estaba y le dijo de manera casi impositiva “Ahora es tiempo de que tu honres tu pacto, déjame ir”. Ambos caminaron hasta el borde del claro, lado a lado con el bosque, allí el hada con un movimiento de su mano permitió que se abriese una senda donde antes solo había arboles, las ramas se torcieron y los troncos de algún modo extraño se acomodaron para permitir el paso -Por allí saldrás del bosque- señaló el hada.Antes de entrar por el sendero el hombre le dijo a la figura de pálida tez “Si puedo algún día volveré por ti”, ella respondió con una notable tristeza mientras una lágrima le resbalaba por la mejilla “¿Y qué tal si no puedes?”.Ante ese último comentario él tan solo esbozo una sonrisa inexpresiva, miró ese claro por última vez, dejaba allí a un cadáver y a una mujer llorando sola. Como una forma de eludir a la culpa que lo atormentaba empezó a correr, a escapar por el sendero recién abierto, sin mirar atrás.

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