Revista Literatura

Cuento de verano

Publicado el 02 agosto 2012 por Siempreenmedio @Siempreblog
Cuento de verano

La primera vez estaba en la playa. La luz ya se había hecho perezosa y las sombras largas. El tipo de las sombrillas terminaba de arreglar cuentas con los últimos clientes. Un alemán enorme, de tripa cetácea, gruñó al verse desprovisto de la suya. El timbrazo de mi móvil tampoco le hizo muy feliz.

- Buenas tardes, mi nombre es Eva y le llamo de Teletel […]

Pero no era cierto. Se llamaba Klaudija y recitaba un español que aprendió en Mostar, entre revolcón y revolcón con un cabo toledano de los cascos azules. Entró en el hospital haciendo las camas y salió de allí deshaciéndolas. Entró virgen y salió preñada. La niña tiene hoy 17 años y las mismas hechuras prietas de la madre. El cabo regresó a Toledo.

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- Gracias, pero no me interesa.

Cuento de verano

La segunda vez estaba comiéndome un helado. De pistacho, concretamente. Tuve que hacer malabarismos para coger el teléfono con la izquierda y aun así me cayó un cremoso emplasto verde sobre la última fila de teclas. Un niño con un bañador de Mickey no dejaba de mirarme con envidia explícita. A día de hoy no sé si me envidiaba más el móvil o el helado. De pistacho, como digo.

- Buenas tardes, mi nombre es Pedro y le llamo de Teletel […]

Pero no era cierto. Se llamaba Hakim y aprovechaba los descuidos de la gerencia para exprimirle caladas furtivas a un paquete de Winston. La formica de la mesa estaba martirizada de pústulas marrones, prueba de un vicio sostenido. Y algunos días señalados, cuando el jefe se ausentaba, el cubículo escupía incluso los aromas dulzones del hachís. Claro que a esa misma sustancia se entregaba el propio jefe, agazapado en la terraza de un café de Amechich. Precisamente esos días en los que escapaba de la oficina.

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- Gracias, pero no me interesa.

Cuento de verano

La tercera vez estaba pescando. No me molestó mucho la llamada, porque la marea estaba demasiado alta, el agua demasiado turbia y yo demasiado acalorado como para detenerme a trabar bien la carnada. Mi última captura, desechada como el resto, flotaba de medio lado a la derecha del sedal, con un ojo fuera de órbita por el costado expuesto al aire. El brillo irisado de sus escamas se prolongaba hacia el horizonte, cabalgando a lomos de una mancha de grasa diésel. Las calmas de septiembre amortiguaban su agónico bamboleo.

- Buenas tardes, mi nombre es Ana y le llamo de Teletel […]

Pero no era cierto. Se llamaba Nicole y aprovechaba las frases que se sabía de memoria para concentrarse en el reloj del fondo. Era negro y con números blancos, como el despertador de Bill Murray en “El día de la marmota”. Cuando las dos últimas cifras virasen a cero, tenía el tiempo justo de tomar el colectivo 20 desde Retiro hasta Brandsen. Luego eran 7 cuadras hasta La Bombonera y unos 600 pasos más hasta la grada que frecuentaba aquel santiagueño rizado y de ojos azules en el que llevaba pensando desde el último partido de Boca en su cancha.

- […] En Teletel queremos agradecerle la confianza que ha depositado en nosotros. Con un compromiso de permanencia de 18 meses tendrá derecho a disfrutar de cuatro semanas en un apartamento de tiempo compartido de la Costa Dorada, además de un electroestimulador digital profesional para combatir la flaccidez de pecho y abdomen. Y si contrata nuestra fantástica tarifa Replús antes de 5 minutos, también le haremos llegar un teléfono inteligente con 500 canciones pregrabadas en alta fidelidad, brújula, termómetro y GPS de 14 bandas.

- Gracias, pero…

- Es una oferta I-N-S-U-P-E-R-A-B-L-E.

- Es que verá, yo…

- Única, irrepetible, valorada en más de 600 euros.

- …lo de Internet no lo veo claro…

- Una ganga que sólo podemos poner a disposición de una pequeña minoría de nuestros clientes. Nadie, absolutamente nadie en su sano juicio rechazaría esta oferta. Y de hecho, nadie la ha rechazado todavía.

- Pues, sintiéndolo mucho, voy a ser el primero.

- Caballero, pero dígame con sinceridad: ¿Qué es lo que usted quiere?

- Yo solo quiero que vuelva. Y si puede ser, antes del invierno. Porque entonces llegará el frío y no podré vivir sin su piel.

- ¡Mirá que sos boludo!

Y colgó.


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