Cuento para los hijos de mis amigos II

Publicado el 29 septiembre 2011 por Maritasantini

Algunos cuentos de nuestra infancia nos recuerdan que hemos sido más querido de lo que nunca nos atrevimos a imaginar. Una mañana de verano, una joven gallina entró en la carnicería de Frasquillo Pimienta y pidió un cochinillo de Segovia y un jamón de Jabugo sin esperar que le tocara la vez, cosa que escandalizó a la clientela: el tío Tirisco Carriles, que trabaja de perchero de sus trajes y de chismoso, y la señora Gafas, que desempeña el oficio de intermediaria entre lo no visto y lo visto despacio, que tengo prisa para contarlo, y de alcahueta: "-¡Qué maleducada, ya no hay respeto, adónde iremos a parar!" dijeron-. Pero el dependiente de la carnicería Frasquillo Pimienta, poco amigo de correveidiles y de soplones, de trotaconventos y celestinas, cantó la gallina a los dos y les mandó callar diciendo: De joven se enseña la carne; de viejo, el traje; y atendió enseguida a la gallina. En pocos segundos, el tiempo que tardó de pesar la cochina y la marrana compra, se enamoró de ella. El amor cobra vida en los ojos y se consume en los oídos. Le pidió su mano, a lo cual contestó la gallina, sin dudar, poniéndole un huevo fresco en la suya...¿Qué creéis: fue un "sí" o un "no"? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?- Antes... ¿de qué? - preguntó el tío Tirisco Carriles, que usaba su reloj de oro para hacer hoyos en el suelo-.


Colaboración del blog "Sin voluntad de permanencia. La última frontera"


**********