Último Ocaso
El cielo parecía sangrar, pero al poco tiempo la belleza del final del día se agotaba y los mortecinos rayos dejaban para siempre el placer de ser vistos, al menos por mí. Al balcón llegó mi verdugo, y con su obscuro encanto sedujo mi patético ser, no pude resistir y tomo de mi cuerpo el rojo líquido que da vida vertiendo su obscuridad en mi ya vacío cuerpo. Aún recuerdo ese último ocaso, sus rojos rayos aun atraviesan mis pensamientos, jamás volveré a ver uno, pero nunca olvidaré sus sangrantes matices, ellos me recuerdan que un día estuve vivo.
Reflejo
Estoy frente a su tumba, no se que hago aquí es sólo un extraño sin ningún vinculo conmigo, más que su propia muerte. Tal vez me encuentro aquí por su mirada, la mirada de aquel gato cobrizo que saltó el inerte cuerpo yaciente en el asfalto, su mirada escudriñante y acusadora, su mirada que atravesó mi alma y supo de mi cobardía, y se planto con su indiferente naturaleza como único testigo, testigo mudo de la muerte de su amo, muerto gracias a mi amor por la velocidad y a que abandonara su cuerpo en el asfalto. Ahora me encuentro frente a su tumba, tal vez pidiendo perdón, y al lado de la lápida, el gato, el extraño gato cobrizo aún con sus acusadores ojos.