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Cuentos de Terror: El gigante oscuro

Publicado el 27 diciembre 2011 por Ensentidocontrario

Desde que les comentara a mis amigos y familiares que iba a hacer una web de una de mis mayores aficiones, los cuentos de terror, no he parado de recibir historias que me han puesto los pelos de punta. Quizás una de las mas curiosas, aun que no la más terrorífica es la siguiente. Un cuento de miedo más viejo que la tos, pero que, por su cercanía y por su originalidad, así como por los valores que enseña he elegido como el primero de una serie de cuentos:

En el año 1698 existía en la villa de Alcorcón, hoy convertida en una de las ciudades más grandes de los alrededores de Madrid, un hombre de apariencia, cuanto menos diferente al resto de la población.

Merenciano era el nombre con el cual se dio a conocer el primer día que llegó a la aldea, pero la población había comenzado hace algún tiempo a llamarlo “el gigante oscuro” debido tanto a su gran tamaño como a el color especial que lucía su piel. Si los habitantes de aquel lugar hubieran tenido las herramientas y conocimientos de los que disponemos hoy en día, hubieran sabido que aquel hombre provenía de la india.

El gigante oscuro medía casi dos metros de largo, algo impensable en la época ya que la estatura media de los españoles en el siglo 17 rondaba el metro sesenta. Sus pies eran de la talla 48 algo que también causaba impresión entre sus vecinos, además en cualquier época del año, llevaba unos calcetines de color rojo que llamaban la atención de cualquiera que pasara por su lado.

Cuentos de Terror: El gigante oscuroEn el momento de llegar al pueblo, el enorme hombre de dos metros de altura adquirió una finca a las afueras del mismo. La casa, hecha de piedra como las de la época tenía tres alturas, las ventanas de madera oscura y la puerta de hierro color negro. Junto a la casa había otro par de construcciones, una era un granero y la otra un pequeño establo con dos caballos.

Después de varias semanas recluido en su finca, arreglando tanto la casa como los alrededores, Merenciano se dispuso a salir de la misma para adquirir varios alimentos y conocer a los vecinos de aquella aldea llamada Alcorcón.

Cuando entró a la panadería del pueblo tuvo que hacer cola para comprar el pan. En los días anteriores pasó por el pueblo un temporal de viento y nieve que consiguió retener a la mayoría de los vecinos en sus casas sin apenas alimentos que consumir.

Cuando Merenciano llegó a la cola de la panadería, la gente del lugar se le quedó mirando. Aquel hombre gigante era lo más raro que habían visto los habitantes de aquella aldea. Se fijaban en sus manos, cuyos dedos se asemejaban al tamaño de los plátanos de canarias. La cabeza seguía la proporciones del resto del cuerpo también. Los labios carnosos y de un color más oscuro que el resto de su piel reflejaban con un gesto de apertura su asombro por ser el centro de atención de aquella aldea. Los calcetines rojos causaban la risa de los niños agolpados a las puertas de la panadería.

No se sabe muy bien, si por miedo, respeto o curiosidad, pero todos los allí concentrados se retiraron de la fila dejando pasar al gigante para hacer su pedido. Ya en el mostrador, Merenciano saludó a la dependienta con una voz que iba también en consonancia con su tamaño. Pidió 5 barras de pan y unos dulces y tras eso oyó despavorido bajo las risas de los allí presentes que habían descubierto los calcetines rojos.

Aquella noche, días antes de la celebración de la navidad, el pueblo se encontraba desierto. Todo el mundo se refugiaba del frío en sus casas, compartiendo las típicas cenas familiares y disfrutando el respiro que el temporal les había dejado tras su partida.

A la mañana siguiente varios vecinos se concentraron en la plaza del pueblo para comunicarse con el alcalde de la localidad. tres niños habían desaparecido de sus casas mientras dormían.

Al rededor de la plaza empezaron a concentrarse todos los vecinos junto al alcalde y el cura de la ciudad. Juntos decidieron acudir a la casa del gigante oscuro para registrarla y buscar a los niños que habían desaparecido. A su llegada a las puertas de la finca, Merenciano les recibió asustado pero les dejó acceder para que los familiares pudieran registrar la casa y los alrededores.

Los 37 residentes de Alcorcón registraron una a una la dependencias de la casa, el establo, el granero y los alrededores sin encontrar rastro alguno de los niños.  El alcalde advirtió al Gigante que no iban a parar hasta encontrar a los niños y que si les había hecho algo, iba a pagarlo muy caro.

A la noche siguiente, una de las madres de los niños desaparecidos escucho una voz que solicitaba ayuda. Por la mañana, la madre e encontró con que en el dormitorio del niño había aparecido una mancha que e asemejaba bastante a el contorno de la iglesia del pueblo. La mujer se asustó y pensó que su hijo podía haber muerto y decidió dedicarle una misa para velar por su salvación.

Tres noches mas tarde, otra de las madre encontró otra mancha en las paredes del salón de su casa. Esta vez se trataba del rostro del pequeño con una cruz en la frente. La madre corrió despavorida a la iglesia para reunirse con el cura.

Tras deliberar durante horas, el cura y las tres madre decidieron que sus hijos habían sido matados por el gigante oscuro, así que congregaron a toda la población para ir a interrogar a Merenciano. Una vez allí, nadie les recibió, así que decidieron entrar sin permiso y registrar nuevamente toda la casa.

En aquel lugar no había nadie. Las ropas del gigante también habían desaparecido. Una de las madres decidió que prendieran fuego a la casa por si al gigante le daba por volver.

Mientras quemaban todo lo que encontraban a su paso, una de las madres divisó en uno de los pasillos de la planta baja una pintura de los tres niños y el gigante cogidos de la mano. A un lado de ellos se encontraba también la iglesia.

Rápidamente dedujo que los niños podrían encontrarse en la iglesia, así que reunió a el resto de vecinos para ir a hacer una visita al cura, que minutos antes había desaparecido.

Cuando llegaron a la Iglesia, el cura les impidió la entrada. Pero los vecinos ya tenían bastantes sospechas encima y entraron a la fuerza. En el interior de una de las habitaciones encontraron una sala de torturas donde estaban los 3 niños y al gigante. Al parecer el párroco había capturado a los niños para hacerles todo tipo de obscenidades y capturó también al gigante para que toda la culpa cayera sobre él.

Encendidos por la rabia y la impotencia, los vecinos apresaron al cura y lo situaron sobre una de las mesas de tortura para después prender fuego a la misma. Desde entonces, los vecinos no han parado de escuchar voces de niños en la iglesia del pueblo. Se supone son las almas de los niños que el cura había sacrificado anteriormente.


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