Cuentos Extraños Contados por el Viento

El viento siempre era el único testigo de sus grandes hazañas. 

Era tarde cuando, por fin, lo supo. Su sangre recorría por todo su sistema lo sabía, cada chasquido, cada pestañeo era la purificación de aquella realidad, de aquella naturaleza amorfa que creaba su realidad, su verdad.

El hombre permaneció estático unos segundos observando todo a su alrededor, mejor dicho, admirando la naturaleza surreal que lo invadía por cualquier lado que posara la mirada. Sin embargo, luego de unos interminables segundos dio media vuelta y se marchó.

Mientras avanzaba hasta su coche, el viento, siempre testigo de todo, se materializo justo a su lado, como en señal de rendición y redención. Con sus grandes ojos abiertos por la sorpresa, aquel hombre cayó en sus propias rodillas para pedir clemencia por todos los crímenes cometidos. 

El viento movió la cabeza en señal de negación, sin embargo, aquel hombre ante la señal que había proclamado su acompañante cayo rendido en el suelo, sin señales de vida.

Y el único testigo siempre fue el viento.