Blanco. Todavía nada. Cosas deformes e inconducentes. Podríamos echarnos un polvo en el entretiempo de España – Italia. Nos quedaría tiempo hasta para lavarnos las manos. Y otra vez la fe. Desde hace unos días me obsesionan las formas mediterráneas y las flores coloridas. Pienso en eso mientras caliento el agua. Igual ya lo sabías, soy un boludo transparente en ese sentido.
Ayer le jugué al 28 y no me hiciste ganar nada. Ya no funciona la intuición. Pasemos a lo empírico y llenémonos de guita. Hoy no vivo tan enloquecido, maduré a fuerza de tetra, filtro y pedazos de queso (¿quesitos, dijiste?). Me parece indispensable que de vez en cuando nos envalentonemos un poco y nos dejemos llevar. Como chancho al pueblo, al hombro. Matadero. Seguime esta lógica: NO.
Me caben las cicatrices pero les temo. ¿Nos adornamos? Tirame un puede ser, un a pleno. Si nos avivamos de que no estamos para los otros podemos ser el mediocampo de Holanda. Me fascinan las cosas que vienen de a pares.
Somos la cumbia prohibida a destiempo, lambada inmóvil, sudaditos y apretados. El baile de lo que todavía no llegó. Quédate que falta y después todo se prende fuego. Brillos naranjas, el cielo. De noche me quedo mudo, a la mañana recito tango moderno. Sobre el mediterráneo el cielo es siempre diáfano (me lo enseñó una profesora particular) y casi nunca se siente soledad. La segunda parte me la inventé.
Esto no es para vos: No puedo coger con putas. Me cabe la seducción.