El sábado inicié los festejos oficiales por mi cumpleaños, vistiendo a B con un vestidito gris; continuaron hoy domingo, entre otras cosas, yendo por unos polvos mágicos contra el reflujo -tienen que ser mágicos, con lo que cuestan-, que le harán sentirse mejor. Mañana, en mi día, el mayor de los festejos será estar trabajando no porque sea profesional, porque quiera realizarme en ese sentido, porque haya estudiado o porque los adultos tienen que trabajar -según dicen-, sino porque soy su madre. Sé que me dará una sonrisa especial como regalo de cumpleaños. Siento cosas bonitas en la panza cada vez que veo una de sus sonrisas nuevas: porque tiene sonrisas diferentes, y las voy conociendo.
Me doy cuenta de que no solo los cumpleaños que sigan serán así, sino toda la vida, y me alegra. Fue mi mejor año, sin duda, y que ella esté aquí hace que me importe hacer que ahora el mejor año sea el año que viene.
Silvia Parque