Esta es la cuarta entrada que dedico a los barrenillos, esos escarabajos pequeños que viven bajo las cortezas de nuestros árboles y arbustos. En las dos anteriores hemos visto como viven y que indicios nos muestran su presencia en el bosque. En la primera os relataba mi visión sobre estos animales que cumplen un importante papel en la ecología del bosque, igual que el resto de herbívoros en sus medios adecuados, cada uno en el suyo.
En el caso de los monógamos, el declive elitral no tiene ninguna forma particular, (foto derecha) sino que es redondeado y está orlado de quetas (pelos) de mayor o menor longitud. Estas quetas son válidas como indicadores específicos propios en algunas especies. Estos élitros, que no presentan ningún tipo de modificación drástica, cumplen con la función de limpieza de la galería materna perfectamente, ya que esta es corta y su disposición generalmente favorece la eliminación del serrín y los excrementos propios y de la pareja sin necesidad de trabajos muy costosos (foto arriba izquierda).
En el caso concreto de Scolytus scolytus, y puede que en otros, se da la circunstancia de que el escarabajo es polígamo y sin embargo tiene forma de escarabajo monógamo. Es un claro ejemplo de escarabajo cuya forma no se adapta a su trabajo.
Este es el caso de Scolytus scolytus, que abandona a una hembra y las labores de mantenimiento de la galería para buscar otras hembras a las que luego dejará con la carga de la puesta y el mantenimiento del hogar. Vemos pues que en el caso de las excepciones, por lo menos de esta, el macho no presenta la morfología típica de un polígamo porque realmente su comportamiento en cuanto a las labores de mantenimiento de las galerías maternas es más de “escarabajo con paternidad no responsable” que de escarabajo polígamo.