El pasado sábado acudí a un curso de fotografía sobre retrato y publicidad organizado por “pentaxeros“. El taller se impartió en el estudio de Iñaki Oñate, un fotógrafo especializado en interiorismo situado en Erandio (Vizcaya). Nada más entrar al local me quedé impresionado por el tamaño, me pareció de película. Es más, el anfitrión al ver mi cara y la de otro compañero dijo “es la primera vez que estáis aquí, ¿no?”.
Después fuimos fotografiando uno tras otro a la modelo con una botella de Martini, porque el tema del curso era sobre publicidad de bebidas espirituosas. Cuando me tocó el turno coloqué el transmisor en la zapata de mi Nikon D40 y para mis sorpresa, cada vez que pulsaba el botón de captura no saltaban los flashes de iluminación. Por lo tanto, los profesores acabaron dejándome su cámara, una Pentax K5.
Y bueno… hay ciertas diferencias entre las dos cámaras, especialmente en el peso. Al principio se me hizo raro fotografiar con otra máquina, pero poco a poco me fui familiarizando con ella. Tampoco había mucho que hacer con ella, era mirar por el visor, encuadrar y disparar, así que no fue muy duro.
Al llegar la hora
Cada alumno sólo tenía la opción de hacer tres fotografías a cada modelo, de tal manera que los disparos a la vez que pensados tenían que ser rápidos para que pudiera practicar el compañero siguiente. Al sentarse al lado de Ben para ver las fotografías de cada uno te indicaba cuales habían sido los aciertos y cuales los fallos. De esta manera según transcurría la tarde se podía ver el progreso en cada uno de nosotros. Además, las que le gustasen al profesor eran puntuadas con 4 o 5 estrellas.
Mi valoración sobre el curso es que me lo pase muy bien, me divertí mucho y se me quedaron muy marcados tres rasgos ya conocidos a la hora de hacer retratos: no cortar las manos, utilizar la regla de los tercios y el encuadre es fundamental.