Entré en el Prado. La gente se agolpaba frente a la recién llegada obra de Caravaggio: El descendimiento. No me apetecía ser empujado ni hacer cola como si estuviese en Port Aventura. Miré a mi alrededor y allí estaba, silencioso, solitario, discreto frente a la estrella mediática, el David y Goliath de Caravaggio. Inmediatamente pensé en nuestro Alaska. Rodeado de famosos en la Gran Via del espectáculo, y las colas en los teatros con actores televisivos. Volví a mirar el Caravaggio, la mirada de David y su media sonrisa de niño satisfecho: ajá, te tengo!, y así me siento a veces desde que metimos la cabeza en la programación barcelonesa, y ahora en la de Madrid, también discretos, silenciosos, esperando la mirada del espectador.
Al salir compré un libro delicioso: “Siete días en el mundo del arte” de Sarah Thornton. Es sorprendente como en el mundo del arte contemporáneo un gran número de artistas aborrece el término creatividad, ignora al público y se esfuerza notoriamente para que su obra no se entienda. Y ahí estamos nosotros, la Factoría Los Sánchez , con el nuevo espectáculo, rompiéndonos la sesera para que todo encaje y funcione como un reloj, con ritmo, inteligible, para convertir nuestras ideas, conceptos y otras mandangas en imágenes, acciones y emociones, pasando de nuestro ombligo a la butaca, imaginándonos allí sentados, como un espectador más que piense: ”me lo estoy pasando pipa, yo me quedo”. Así de sencillo. Así de difícil.
Rafa Sánchez
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