Ayer la metió a bañar y le quitó la cabeza; la estaba usando de vaso. Debo haber dicho cien millones de veces que no se bebe el agua de la tina.
Hoy por la mañana, encontré un ojo: fue una suerte que no se fuera al desaguar. Seguramente estaba dentro de la cabeza. ¿Quién iba a pensar que la decapitación le devolvería la vista? Porque con un ojo ya se puede ver. Solo hay que ponérselo.
Silvia Parque