Hace años yo no era buena: era tonta. Era una de esas personas siempre dispuestas a echar un cable, siempre serviciales, siempre atentas. Los demás sabían que podían contar conmigo, y jamás le negué a un favor a nadie. Al contrario: me desvivía por el prójimo.
Hoy en día parece que para que te consideren una buena persona debes ser una ONG ambulante. Hay que reciclar, cuidar el medio ambiente, donar sangre y órganos, apadrinar niños, no malgastar agua, ahorrar energía, usar la bici en vez del coche y colaborar con Médicos sin Fronteras. Todo eso me parece perfecto... pero con alguna condición.
Puesto que, como os decía, yo era tonta por pretender llevarlo todo pa'lante. Porque una cosa es ayudar a los demás y otra bien distinta es poner al otro por encima de uno mismo.
No me malinterpretéis; yo por mi familia más cercana y mis mejores amigos hago el esfuerzo que haga falta... pero si algo he aprendido con los años es que sólo hay que echar un cable si lo necesitan verdaderamente y siempre que sus necesidades no choquen con las nuestras.
Pongamos un ejemplo para que nos entendamos.
Cuando yo tenía 16 años, un vecino de mi bloque me pidió que le ayudase con un trabajo de Literatura. Tenía que haberse leído El Camino de Delibes hacía semanas, ya que el plazo de entrega del resumen vencía al día siguiente. Y él me dijo, desesperado, que o le ayudaba o no le daría tiempo y suspendería la asignatura. Yo, que me creí su salvadora, me pasé toda la noche leyendo el libro (toda, literalmente) porque leía más rápido que él. Y tuvo su trabajo terminado a tiempo. Y aprobó, razón que para mí justificó lo mal que lo pasé yo al día siguiente en clase, que me iba quedando dormida por las esquinas.
Pues bien, ahora lo veo todo mucho más claro y diferente. Ese chico NO necesitaba mi ayuda. Si para él ese trabajo no era lo suficientemente importante como para tenerlo más que terminado el día antes del límite, yo no debería haberme preocupado. Era su responsabilidad, no la mía. Una cosa es que yo sea responsable y buena amiga y otra que pase un día horrible sin dormir por sacarle las castañas del fuego a un vago.
A eso me refiero. A veces queremos ser buenas personas y ayudar a los demás y no nos damos cuenta de que nos estamos haciendo un flaco favor a nosotros mismos. Porque por encima de todo ESTAMOS NOSOTROS. Si no nos cuidamos, mimamos y valoramos a nosotros mismos, nadie lo hará. Si no tenemos un duro porque estamos en paro, difícilmente podremos apadrinar niños o colaborar con ONGs. Si tienes la tensión baja y te da un yuyu cuando donas sangre, no dones, almadepollo. Si alguien pretende que le saquemos el trabajo de gratis porque no valora nuestro esfuerzo y tiempo, no lo hagas.
Ayudar no quiere decir desatendernos ni descuidarnos.
Que nadie te haga sentir culpable o egoísta por decir que NO alguna vez o desentenderte de algo que no va contigo; Superman, Batman y las Tortugas Ninja no existen (aunque a muchos nos pese, ains) y todos tenemos necesidades, del tipo que sean.